Fundadores de Mariano Arista

Fundadores de Mariano Arista

martes, 30 de septiembre de 2008

Sentimientos de la Nación

1. Que la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione dando al mundo las razones.
2. Que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra.
3. Que todos sus ministros se sustenten de todos y solo los diezmos y primicias, y el pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda.
4. Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los obispos y los curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: ovnis plantis quan non plantabit Pater meus Celestes cradicabitu. Mat. Cap. XV
5. Que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que solo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias en igualdad de números.
6. Que los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos.
7. Que funcionarán cuatro años los vocales, turnándose, saliéndose los más antiguos para que ocupen su lugar los nuevos electos.
8. La dotación de los vocales será una congrua suficiente y no superflua, y no pasará por ahora, de 8,000 pesos.
9. Que los empleos sólo los americanos los obtengan
10. Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha.
11. Que los Estados mudan costumbres y, por consiguiente, la Patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme gobierno, abatiendo el tiránico, sustituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español, que tanto se ha declarado contra nuestra patria.
12. Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.
13. Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados, y que sólo lo sean en cuanto al uso de su ministerio.
14. Que para dictar una ley se haga junta de sabios en el número posible, para que proceda con más acierto y exonere de algunos cargos que pudieran resultarles.
15. Que la esclavitud se proscriba para siempre y o mismo la distinción de castas, quedando todos iguales y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio o la virtud.
16. Que nuestros puertos se franqueen a las naciones extranjeras amigas, pero que estas no se internen al Reino por más amigas que sean, y solo habrá puertos señalados para el efecto prohibiendo el desembarque en todos los demás, señalando el diez por ciento.
17. Que a cada uno se le guarden sus propiedades y se le respete en su casa como a un asilo sagrado, señalando penas a los infractores.
18. Que en la nueva legislación no se admita la tortura.
19. Que en la misma se establezca por Ley Constitucional la celebración del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la patrona de nuestra libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos, la devoción mensual.
20. Que las tropas extranjeras o de otro Reino no pisen nuestro suelo, y si fuere en ayuda, no estarán donde la Suprema Junta.
21. Que no se hagan expediciones fuera de los límites del Reino, especialmente ultramarinas; pero se autorizan las que no son de esta clase para propagar la fe a nuestra hermanos de Tierra dentro.
22. Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que nos agobian y se señale a cada individuo un cinco por ciento de semillas y demás efecto u otra carga igual, ligera, que no oprima tanto, como la Alcabala, el Estanco, el Tributo y otros; pues con esta ligera contribución y la buena administración de los bienes confiscados al enemigo, podrá llevarse el peso de la guerra y honorarios a los empleados.
23. Que igualmente se solemnice al día 16 de septiembre todos los años como el día aniversario en que se levantó la voz de independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues es ese día fue en el que se desplegaron los labios de la nación para reclamar sus derechos con espada en mano para ser oída, recordando siempre el mérito del grande héroe, el señor Dn. Miguel Hidalgo y su compañero Dn. Ignacio Allende.


Chilpancingo 14 de septiembre de 1813

José María Morelos (firma)

lunes, 29 de septiembre de 2008

10 curiosidades sobre la Consumación de la Independencia que debes conocer

1. Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero no desfilaron juntos el 27 de septiembre de 1821. Al frente del ejército marchó Iturbide. En la retaguardia, al mando de la última división del contingente venía Guerrero.
2. A diferencia del resto del ejército Trigarante que iba perfectamente uniformado, las tropas de Guerrero no contaban con uniformes para el desfile. Para salvar el escollo fue necesario utilizar, de último momento, los uniformes del Cuerpo Urbano de Comercio de la ciudad de México.
3. Según cuenta el cronista Artemio del Valle-Arizpe, Iturbide modificó la ruta del desfile triunfal para pasar frente al balcón de la famosa güera Rodríguez y saludarla.
4. En el acta de independencia firmada el 28 de septiembre de 1821, se establece que México nacía a la vida independiente como Imperio. Luego de la caída del emperador Iturbide (1823), el acta de independencia fue reformada y en lugar de decir “Imperio”, se estableció el término “República”. Por eso se dice que México cuenta con “dos” actas de independencia.
5. Paradójicamente, ninguno de los viejos insurgentes como Guerrero o Victoria -los que habían combatido desde los primeros tiempos de la lucha-, firmó el acta de independencia. Los firmantes fueron los criollos cercanos a Iturbide.
6. Al momento de consumarse la independencia en septiembre de 1821, con respecto a la bandera la Junta provisional gubernativa estableció que: “las faxas de colores verde, blanco y encarnado del pabellón deberían ser trasversales para que la faxa blanca dé más campo en que dibujar el Águila”. Sin embargo, la propuesta no llegó a concretarse pues, el 2 de noviembre de 1821, por decreto se estableció que “… el pabellón nacional y banderas del ejército deberán ser tricolores, adoptándose perpetuamente los colores verde, blanco y encarnado en fajas verticales, y dibujándose en la blanca el águila coronada”.
7. Meses después de consumada la guerra de Independencia en el año de 1821, Agustín de Iturbide se proclamó emperador de México. Correspondió al diputado por Puebla, Rafael Mangino, coronar a Agustín I (21 de julio de 1822), con las siguientes palabras: "... que la siguiente Dignidad a la que la Nación os eleva, tiene solamente por objeto la conservación, el bien y la felicidad de la misma y de cada uno de sus individuos. Sabed, señor, que vuestra augusta persona es y será siempre sagrada e inviolable, para que podáis conducir con más acierto el estado, proteger vuestro súbditos y ser verdaderamente el Padre de vuestros pueblos; pero no olvidéis que ese gran poder que la Nación pone en vuestras augustas manos tiene por límites la Constitución y las leyes".
8. Proclamado el Imperio Mexicano se organiza una comisión especial para determinar las características de la nueva moneda por acuñar y que debía dar cuenta de la legitimidad “divina” y “constitucional” del nuevo emperador. La disposición decía que: "En el anverso de la moneda se pondrá el busto del Emperador á la heroica, coronado de laurel. En la circunferencia llevará esta inscripción: 'Agustinus, Dei povidentia' y al calce la fecha del año actual [1822 y 1823]. Al reverso se pondrán las armas nacionales, esto es, sobre el nopal el águila con la corona imperial en actitud de volar. En la circunferencia se leerá: Mexici primus Imperator constitucionalis'.
9. Meses después de la caída de Iturbide, el 19 de julio de 1823, el Congreso declaró beneméritos de la Patria a Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Jiménez, Abasolo, Galeana, Matamoros, a los Bravo, Moreno y a Mina y se ordenó el traslado de sus restos a la capital de la república para depositarlos con todos los honores en la Catedral. A pesar de haber sido el consumador de la Independencia, Iturbide fue repudiado por haberse coronado emperador y un año después fue fusilado.
10. Agustín de Iturbide, responsable de la Consumación de la Independencia, es el único caudillo cuyos restos no se encuentran en la Columna de la Independencia, sino en la capilla de San Felipe de Jesús en la Catedral de la ciudad de México.

ME PREOCUPA EL TELEVISOR

“Me preocupa el televisor. Da imágenes distorsionadas últimamente. Las caras se alargan de manera ridícula, o se acortan, tiemblan indistintamente, hasta volverse un juego monstruoso de rostros inventados, rayas, luces y sombras como en una pesadilla. Se oyen palabras claramente, la música, los efectos de sonido, pero no corresponden a la realidad, se atrasan, se anticipan, se montan sobre los gestos que uno adivina.

Me dicen que un técnico lo arreglaría en dos o tres días, pero yo me resisto. No quiero la violencia: le meterían las manos, le quitarían las partes, le harían injertos ominosos, transplantes arriesgados y no siempre efectivos. No volvería a ser el mismo.

Ojalá supere esta crisis. Porque lo que tiene es una fiebre tremenda, un dolor de cabeza, una náusea horrible, que lo hacen soñar estas cosas que vemos”.

Jaime Sabines.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Insertos en la realidad social actual

Sin duda vivimos tiempos difíciles en muchos aspectos, la economía del país pende de un hilo, acabamos de ver como se han eliminado los fideicomisos que subsidian la gasolina y los energéticos para el próximo año 2009, lo cual implica un aumento o decremento en los precios conforme se comporte la inflación, inflación que siempre ha impactado fuertemente la economía del país.

La política hoy, más que nunca, es un teatro mal montado y cuyo actos de corrupción y malos manejos son más descarados que nunca, la seguridad es un tema del que se habla diario en la mesa, la cafetería, los camiones, las calles; el temor a la delincuencia y el pánico social derivado de los atentados, crímenes del narco, la delincuencia juvenil, el secuestro, etc. Han generado un temor en el acontecer diario de nuestra sociedad.

La economía familiar se desgasta cada vez más y las familias sufren cada día más con la insuficiencia de los salarios ante los costos de la canasta básica y los productos necesarios.
Ante un panorama como este, es de carácter urgente que reflexionemos, propongamos y actuemos para contrarrestar los efectos de todos los acontecimientos negativos y desfavorables que enmarcan nuestro devenir.

Es necesario reflexionar sobre la dirección de nuestras propuestas, (¿en verdad proponemos algo?), reflexionar sobre las consecuencias de nuestras acciones (¿en realidad hacemos algo?), sobre lo que transmitimos hacia afuera (¿transmitimos algo?), sobre la planificación, estrategias, trabajos y acciones que debemos realizar en pro de un resurgimiento de nuestra institución y los alcances de la misma hacia el exterior.

Es necesario proponer, internamente en primer lugar, una dirección definida, un objetivo claro sobre el enfoque de nuestras reflexiones y de nuestros trabajos, proponer acciones y actividades enfocadas al correcto desenvolvimiento de nuestras ideas y creencias, proponer una revaloración de nuestros conceptos y nuestros valores, proponer una autoevaluación continua, silenciosa pero convincente y proponer un cambio de actitud hacia nosotros mismos.

Debemos actuar conforme a los valores que predicamos, actuar conforme al crecimiento personal y espiritual que obtenemos dentro de nuestros talleres, actuar portando el valor de la fraternidad como bandera, tatuado muy dentro el valor de la libertad, en nuestras palabras la igualdad como constante, debemos actuar siguiendo una inercia que creo fundamental, de adentro hacia afuera, lo que aprendemos y compartimos dentro llevarlo afuera, no a la inversa, que las practicas externas no influyan nuestras practicas internas.

La lucha por el poder (con el poder como objetivo)

Es cierto que existe una lucha constante por el poder, es una practica del hombre que esta en su naturaleza, siempre lo ha estado. A través de la historia podemos ver como esa lucha por el poder a destrozado y ha levantado pueblos con el paso de los años, de los siglos, hemos visto como una lucha por el poder bien entendida y canalizada lleva a grandes resultados, como un correcto entendimiento de las partes que se enfrascan en la lucha genera una competencia limpia pero sobre todo con un objetivo claro; el bienestar común.

La lucha por el poder dentro y fuera esta plagada de irregularidades; malos tratos, tratar de opacar al otro para resplandecer uno mismo, violentar amistades, traicionar principios, olvidar valores, calumniar al otro, tratar de avergonzarle, resaltar los errores del otro, auto exaltarse, procurar que los demás vean lo que uno hace, etc.

Todo esto se da porque no se comprende que la búsqueda del poder, de la representatividad no es el poder en si mismo, la lucha por el poder o la representatividad debe estar alimentada por la búsqueda del bien común, del bienestar social, del grupo al que se pretende guiar, representar.

Escuchar a los demás alimenta el espíritu, respetar al otro refuerza el respeto hacia uno mismo, conservar las amistades fortalece la confianza, moderar los comentarios y las acciones contra los que piensan distinto y quienes atacan otorga sabiduría y buen ejemplo.

¿Qué hacer?

Es necesario reivindicar la imagen que hacia afuera se tiene de nosotros, es necesario que la masonería retome su papel destacado en la sociedad, es necesario que recuperemos el terreno perdido allá afuera, es necesario que se levante una voz firme en medio de la palabrería actual, que se vivan valores y se fortalezca la educación, es necesario que el pensamiento liberal germine, se renueve, evolucione acorde a las necesidades sociales y políticas de la actualidad, es necesario que vigoricemos un liberalismo que en apariencia tiende a encerrarse en si mismo, es necesario que refresquemos ese liberalismo que tantos frutos y logros dio en la construcción de este país.

Para hacer esto debemos primeramente fortalecernos internamente, adoptar compromisos, debemos preguntarnos si al venir aquí lo hacemos porque creemos en lo que hacemos o si venimos como aquel que va a los templos solamente por cumplir, que repite las oraciones y los rezos como si fuesen formulas matemáticas o recetas de cocina, la auto reflexión es la mejor herramienta de crecimiento que tenemos, la palabra nuestra mejor arma, nuestros valores y nuestra hermandad el escudo, es tiempo pues, considero, de olvidar los discursos obsoletos y que se quedan encerrados en un cajón , es el momento de que nuestras palabras y reflexiones se conviertan en acciones.

S:. F:. U:.
Joel Cruz Maytorena

martes, 16 de septiembre de 2008

Boletin de Prensa

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domingo, 14 de septiembre de 2008

Dolor, Dolor, Dolor

QQ\ HH\ todos,

 

El I\P\H\ Gabriel Legorreta Villarreal Past Sob\ Gr\ Com\ del Supremo Consejo de México (Lucerna 56) ha pasado este día a ocupar su Col\ en el E\O\ y sus restos serán velados con tenida luctuosa en el Gr\ Temp\ de la Gr\ Log\ de Tamaulipas de la que fuera Gr\ Maes\


El Gr
\ Temp\ se ubica en la calle Encino No. 100 Colonia Aguila en el Or\ de Tampico.


Correo de la Gr
\ Log\ logiatam@prodigy.net.mx por si desean enviar sus mensajes.

 

Fraternalmente,

 

-Israel Hernández Arriaga

 

DVM QVOD NOS IVNGIT NOS IVNGAT, NIHIL IMPOSSIBILIS ERIT

sábado, 13 de septiembre de 2008

Antecedentes a la lucha insurgente...

Un antecedente de la lucha por la independencia: Primo de Verdad,
  Azcárate, Talamantes y el 15 de septiembre de 1808 
Por Magdalena Mas

 

Primo de Verdad

Dos años antes de que estallara la guerra de independencia, la sociedad novohispana presenció sucesos que conmovieron a sus integrantes y cimbraron los cimientos del hasta entonces inamovible poder colonial.  Si bien existían causas de descontento por la exacción constante de recursos por parte de la metrópoli, la desigualdad y la escasa o nula participación de los mexicanos en las esferas de la alta política, fueron la invasión napoleónica a España y la sumisa y claudicante actuación de los Borbones, los hechos que precipitaron y dieron cauce a ese descontento.

          El 14 de julio de 1808 se recibieron las noticias de las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII a favor de Bonaparte en Bayona.  Desde ese momento y durante dos meses, se vivió en un ambiente de zozobra, noticias contradictorias, y vacío de poder, que provocó las reacciones del cabildo o ayuntamiento de la ciudad de México (particularmente de los regidores Francisco Primo de Verdad y Ramos, y Juan Francisco Azcárate), y del fraile mercedario Melchor de Talamantes. Fueron apoyados por el virrey Iturrigaray a quien, el 19 de julio, manifestaron los regidores que la abdicación de Carlos IV y Fernando VII se consideraba “…contra los derechos de la nación, a quien ninguno puede darle rey sino ella misma por el consentimiento universal de sus pueblos…”.

          Las noticias de la insurrección de España contra Napoleón, modificaron y complicaron la situación política de Nueva España. El desconcierto aumentó cuando la junta de Sevilla y posteriormente la de Oviedo solicitaron ser reconocidas por Nueva España. En total, tres representaciones del Ayuntamiento y cinco tormentosas juntas que tuvieron lugar desde el 19 de julio hasta el 9 de septiembre, nos dejan el testimonio de las discusiones y posturas encontradas entre los protagonistas de estos sucesos.

          Si resumiéramos dichas posturas, podríamos decir que la de los miembros del cabildo era convocar a una junta gubernativa ya que, habiendo desaparecido el gobierno de la metrópoli, el pueblo, “fuente y origen de la soberanía”, debía reasumirla. Así el ayuntamiento de México, asumiendo la representación de todo el reino de Nueva España, pidió la formación de un gobierno provisional, la reunión de juntas generales de las autoridades de la capital y que posteriormente fuera convocado un congreso de representantes de todos los ayuntamientos del reino. El virrey continuaría siendo la cabeza del gobierno y aunque se sugería mantener las leyes e instituciones existentes, las autoridades deberían jurar su fidelidad a Fernando VII ante el ayuntamiento, representante de “los hombres de ciudades y villas”. 

          Sin embargo para los oidores, la inquisición y el real acuerdo, las cosas no habían variado: mientras existiera una autoridad que gobernase en nombre de Fernando, les bastaba para ser reconocida. Si bien los regidores no estaban proponiendo abiertamente la independencia, las autoridades españolas veían con razonable desconfianza esta iniciativa.  Rebatieron los razonamientos de Verdad con el argumento de que Nueva España no tenía el derecho de reunión, por tratarse de un ente subordinado a la metrópoli, y no un pueblo con la capacidad y libertad de reunirse en Cortes. Varios partidarios de esta postura llegaron a equiparar la convocatoria a una junta general de Nueva España con la reunión de los estados generales en Francia.

          El virrey envió un despacho a los ayuntamientos de Nueva España para que nombraran un representante que fuera a la capital.  Mientras tanto, firmó un indulto general.  Todos estos movimientos, incluyendo la ostentosa forma en que trataba de ganarse al pueblo acabaron por desquiciar la situación y la desconfianza mutua de ambos bandos.
Mientras, el ayuntamiento continuaba trabajando en el documento que fundamentaba la necesidad de convocar a la junta de Nueva España, pero sus llamados y argumentos exacerbaron el ánimo del partido de la audiencia. Las constantes alusiones a la soberanía, sus afirmaciones de la representación que de ésta tenía el cabildo y la exigencia de jurar ante órganos que se constituirían en sus legítimos depositarios, eran razonamientos que podían trastocar el orden establecido.
Gabriel de Yermo, comerciante español, fue la cabeza visible de una conspiración que, la noche del 15 de septiembre de 1808, perpetró la destitución de Iturrigaray.  Los conspiradores designaron esa misma noche a Pedro Garibay virrey de Nueva España. Unas horas después arrestaron a Melchor de Talamantes, y a los licenciados Verdad y Azcárate. Los habitantes de la ciudad leyeron con gran asombro en la Gaceta de México del 16 de septiembre, lo que había sucedido la noche anterior.

          Aunque varias personas fueron arrestadas como cómplices de Iturrigaray, acusado de infidencia por haber intentado separar a Nueva España de la metrópoli, no a todos se les trató con igual rigor. El virrey depuesto era enviado a Veracruz para embarcarlo después a España, donde debía ser juzgado; otros detenidos sufrieron una breve prisión. 
El regidor Azcárate fue trasladado al convento de Betlemitas y se le instruyó un voluminoso proceso. Permaneció en la prisión de Belén hasta diciembre de 1811. Al Lic. Verdad se le inculpaba, además de los mismos cargos que a Ázcarate,  de haber hablado por primera vez de soberanía popular, doctrina que fue tachada como sediciosa y subversiva; el inquisidor decano,  Bernardo del Prado y Ovejero,  la declaró proscrita y anatematizada, y el tribunal de la fe la condenó como herética.  De acuerdo a los informes de Carlos María de Bustamante, Primo de Verdad murió en la prisión el 4 de octubre de 1808 “asistido por su familia, y enterrado por sus amigos en la capilla del sagrario de Guadalupe”. Nunca se esclarecieron los motivos de su muerte: se insistió en que había sido envenenado y, años después, Vicente Riva Palacio en El libro Rojo propagó la versión de que lo ahorcaron en su celda. Talamantes, por su parte, fue trasladado a la prisión de San Juan de Ulúa, donde murió víctima del vómito negro.

          Y ahora nos toca preguntarnos cómo se reivindicó la memoria de los implicados en el asunto, y cómo reinterpretarla a las luces del bicentenario de estos sucesos.  Aunque aparentemente se había calmado la situación, numerosos pasquines se fijaban cada noche en las esquinas expresando el descontento popular.  En Valladolid primero, después en Querétaro y San Miguel el Grande, comenzarían los trabajos de los conspiradores.

          ¿Qué dijeron los mismos insurgentes?  Miguel Hidalgo, en su Proclama a los Americanos, dada en Guadalajara, señalaba: “Esta legítima libertad… no puede entrar en paralelo con la irrespetuosa que se apropiaron los europeos cuando cometieron el atentado de apoderarse de… Iturrigaray y trastornar el gobierno a su antojo, sin conocimiento nuestro, y dándonos como hombres estúpidos y como manada de animales sin derecho alguno para saber nuestra situación política”.  El Despertador Americano, primer periódico insurgente, señalaba en enero de 1811 a Yermo como el gachupín más digno de castigo.  Ignacio Rayón, en una Proclama a los europeos en agosto de 1814, les reprochaba haber condenado como infidencia la misma proposición de formar una junta, que en España había sido recibida como patriótica y defensora de la soberanía frente al invasor.

          Tras el decaimiento del movimiento insurgente y la muerte de sus principales caudillos, se perdió un poco la memoria de estos sucesos, aunque es de resaltarse que Iturbide, sin mencionarlo como antecedente, llevó a cabo una junta suprema gubernativa como la promovida por el cabildo en 1808.  También debe recordarse que Vicente Guerrero, en su respuesta a la petición de Iturbide de unirse para lograr la independencia, mencionó los hechos de 1808 como causales de la rebelión. Sin embargo en los años inmediatamente posteriores, poco se recordó la frustrada tentativa de la junta de Nueva España, salvo por los escritos de Carlos Ma.de Bustamante y Fray Servando Teresa de Mier.

          Por su parte el escritor jalisciense Ireneo Paz publicó en 1866 la primera de sus Leyendas históricas de la Independencia, titulada El Lic. Verdad y en la que, si bien bajo la ingenua trama de un romance entre la hija del Lic. Verdad y el hijo de Iturrigaray, a más de los manejos de un malvado pretendiente de la misma muchacha (que no es otro que un sobrino de Gabriel de Yermo), se narran los sucesos de 1808.

Ejecucion

          México a través de los siglos es seguramente la primera obra impresa en que se empieza a llamar a Verdad “protomártir de la independencia”.  Luis González Obregón declaró a El Imparcial en 1908 que los protagonistas de estos sucesos habían sido no precursores, sino actores de la empresa que dio como resultado una nación independiente.  Manuel Puga y Acal en el mismo año, propuso sendos homenajes a Verdad y a Talamantes, al primero en la estatua que ya se le había erigido en el Paseo de la Reforma, al segundo, en San Juan de Ulúa.  La Comisión para el I Centenario aceptó las propuestas de Puga y Acal. Se honró al Lic. Verdad el 4 de octubre de 1908, día en que se develó una placa conmemorativa del cambio de nombre de la calle de Santa Teresa (la celda del Arzobispado donde murió se encontraba en el número 4 de esa misma calle), por Lic.  Verdad. Hoy, a doscientos años exactos de los sucesos que culminaron con la destitución de Iturrigaray y la muerte de Verdad y Talamantes, recordamos una propuesta que, si bien nunca fue aceptada por la vía legal e institucional, constituyó tal vez el primer reclamo articulado, argumentado política y jurídicamente, para la intervención activa de los novohispanos en su propia organización política.  Los rechazos y ataques que esta postura provocó, y la trágica suerte de sus defensores, hicieron ver a nuestros insurgentes la necesidad de reclamar esos derechos, ahora por la vía de las armas.

Los Niños Héroes, un símbolo

LOS NIÑOS HÉROES, UN SÍMBOLO
Por Lorenza Espínola

ImagenAsalto al Castillo de Chapultepec

 

Uno de los monumentos más visibles e importantes de la primera sección del bosque de Chapultepec, es el hemiciclo formado por seis enormes y robustas columnas blancas dispuestas en semicírculo que resguardan la figura de una mujer, que con el brazo derecho abraza orgullosamente a un joven; en la mano libre, una bandera. En medio de las columnas, ondea la bandera de México, uno de los símbolos patrios que nos dan identidad como mexicanos.

         Este monumento se inauguró en 1952 y desde entonces, en ese lugar, los días 13 de septiembre se rinden honores a los llamados “Niños héroes”, aquellos jóvenes cadetes que combatieron heroicamente en la famosa defensa del Castillo de Chapultepec frente al ejército norteamericano. En este sitio, conocido como el “altar de la patria”, se supone que están enterrados los niños héroes, sin embargo. después de la batalla fue imposible recuperar sus cuerpos, pues eran muchos los muertos y cada uno de los cadetes murió en un lugar distinto en medio del caos y la confusión. Por lo tanto el monumento es tan sólo un lugar para recordar sus hazañas.

         El espacio diseñado por el escultor Ernesto Tamaríz y el arquitecto Enrique Aragón es sobrio y frío, por el blanco del mármol de Carrara, que predomina en toda la obra. Las proporciones son a la usanza clásica: medidas para los dioses, en donde el ser humano se siente pequeño, insignificante. No podía ser de otra manera, ya que se trata de homenajear a nuestros héroes, personas que al morir por la patria toman su lugar en el panteón nacional. Visto de este modo no sorprende que hayan elegido como escultor a Ernesto Tamariz, quien sobresalió por sus obras funerarias y religiosas, ya que se requería de un monumento que reflejara la grandeza de los héroes a manera de dioses protectores de la nación.

         Mucho se ha discutido acerca de la grandeza de estos seis jóvenes cadetes que defendieron su Colegio, y sobre todo, a su patria de la invasión estadounidense, lo que no se puede negar es que combatieron en una batalla que sabían perdida, junto con muchos otros hombre que murieron en el anonimato.

         Quizá fueron estas mismas interrogantes las que llevaron a estos dos artistas a desarrollar dicho monumento sin rostros, pero representativo del momento heroico. Heroico no sólo por la participación de Juan de la Barrera, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez, Juan Escutia y Francisco Márquez, sino también por el medio centenar de cadetes que lucharon ahí y del batallón de San Blas dirigido por el coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, que se sumó a la defensa del Castillo cuando estaba por caer en manos del enemigo, así como los más de 600 miembros del ejército mexicano que perdieron la vida aquel 13 de septiembre de 1847.

         Los mexicanos se enfrentaron durante casi dos años y medio a los norteamericanos, más allá de su capacidad militar, y a pesar de las fracturas entre los diversos sectores sociales y los intereses políticos de los distintos grupos que no dejaron de pelear entre sí aún frente a la guerra.

         Visto de esta forma, se puede hablar de que los “seis niños héroes” representan a los hombres que defendieron a la patria de la invasión norteamericana y de su insaciable sed de expansión. Un deseo que respondía a la doctrina Monroe, resumida en la frase: “América para los americanos”. Esto significaba que Estados Unidos tenía derecho sobre las otras naciones americanas, antes que cualquier nación europea.

         Pero México resistió los ataques por más tiempo del que tenían planeado los estadounidenses, pues ellos esperaban una guerra corta y con resultados aún más favorables. Querían dominar todas las tierras algodoneras para tener el dominio de esa industria. De igual forma obtener toda California para tener una puerta al océano Pacífico, y -el todavía utópico- mercado con Asia. Aún así México conservó Baja California y logró mantener unida a Sonora por tierra. Salvaguardando así a la Patria.

         La Patria se encuentra plasmada en la figura femenina del centro del monumento, custodiada por las seis columnas que representan a los niños héroes. La mujer fuerte, desafiante, que mira de frente y sin temor a su enemigo. Toda esa fortaleza protege al joven como cualquier madre lo haría con su hijo, pues se trata de la Madre Patria a la que abrazan los héroes, y a su vez ésta resguarda al joven o niño héroe, unidos los dos por la bandera nacional, emblema que defendieron para que no fuera profanado por sus enemigos.

         El nombre del monumento es A la Patria, pues representa su defensa a cargo de los cadetes del Colegio Militar, el batallón de San Blas y el ejército mexicano, simbolizados en la figura de estos “seis niños héroes”, que combatieron hasta la muerte por su Nación. Este acto ha pasado a la historia nacional, resaltando la valentía de los jóvenes, que en el siglo XIX se les denominó como niños, aún a pesar de tener más de dieciséis años. Dicho acontecimiento glorificó el período histórico, siendo que la guerra contra Estados Unidos, estuvo llena de fracasos y pérdidas militares, pero la historia oficial decidió resaltar el amor a la Patria de los mexicanos, siendo este sentimiento el que perdura hasta hoy en día.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Los Tratados de Córdoba ¿Independencia e Imperio?

Tomado de: http://www.bicentenario.gob.mx/Semanal/Cordoba.html

Con los Tratados de Córdoba inicia un nuevo periodo en la historia de México. En ellos se pactó el reconocimiento de su existencia como una nación independiente de España por parte de Juan O´Donojú, quien había sido enviado precisamente como nuevo virrey por el gobierno español.

Este documento, firmado el 24 de agosto de 1821 aparece hoy ante nuestros ojos, cuando menos, como controversial. Tan es así que una iniciativa reciente de adicionar esta fecha a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, no fue aceptada por el Senado. Siempre es difícil el juicio sobre hechos concretos en el marco de un proceso tan complejo como fue el de la independencia de México.

Sin embargo, es conveniente analizarlos desapasionadamente, y tomar en cuenta las circunstancias, antecedentes y consecuencias directas de la firma de estos Tratados.

Si bien ya casi no quedaban tropas realistas más que en la capital y en fuertes españoles como los de Veracruz, Perote y Acapulco, también es cierto que el ejército insurgente se encontraba dividido y diezmado, siendo el reconocimiento de Guerrero al plan de Iguala que suscribió Iturbide, y a éste como Jefe del Ejército Trigarante en febrero de 1821, lo que permitió que insurgentes y realistas dedicaran conjuntamente sus esfuerzos a independizar a la Nueva España de su metrópoli.

De esta forma gracias a los Tratados y a la mediación de O´Donojú, concluyó la guerra y se consumó la rendición de las tropas realistas en la capital. El general Novella, virrey provisional tras la destitución de Apodaca, desalojó al ejército realista entre el 13 y el 22 de septiembre, para permitir el día 27 de ese mismo mes la triunfal entrada a la capital del Ejército Trigarante. Iturbide y O´Donojú saludaron a la multitud desde el balcón del Palacio, donde presenciaron el desfile de las tropas. Ondeó la bandera Trigarante, el mando y las llaves de la ciudad fueron entregadas a Iturbide, instaurándose la Suprema Junta Provisional Gubernativa y se firmó apenas un día después el “Acta de Independencia del Imperio Mexicano”.

Esbocemos ahora una breve reflexión sobre el contexto en que se produce su firma y sobre los sucesos posteriores:

Son evacuadas las tropas realistas, y la capital del país es tomada pacíficamente, sin más derramamiento de sangre.El rey Fernando VII no reconoció los Tratados de Córdoba. El reconocimiento oficial de México por parte de su antigua metrópoli se dio hasta 1836. De hecho, las últimas tropas españolas acantonadas en San Juan de Ulúa, capitularon cuatro años después. Además, hubo un intento de reconquista en 1829.

Se organizó la Junta Provisional Gubernativa, viejo anhelo que desde los intentos de Primo de Verdad y Francisco Azcárate, pretendía dotar a México de un órgano capaz de tomar decisiones y, como lo señalaron sus miembros, “…en libertad de constituirse del modo que más convenga a su felicidad; y con representantes que puedan manifestar su voluntad y su designios…” (Acta de Independencia del Imperio Mexicano).

No cabe duda que para el movimiento que encabezó Iturbide no existía más posibilidad que la de contar con una monarquía. El primer artículo de los Tratados dice a la letra: Esta América se reconocerá por nación soberana e independiente y se llamará en lo sucesivo “Imperio Mexicano”. Así, la corona es ofrecida en primer lugar a Fernando VII, después a sus hermanos y a miembros de la dinastía borbónica en riguroso orden sucesorio. Sólo en el caso de que no aceptaran venir a México y ser cabeza de este imperio, la Junta Provisional elegiría un monarca. No está de más señalar que en los primeros documentos del movimiento insurgente, particularmente en el movimiento encabezado por Hidalgo, todavía privaba la idea de devolver el trono a Fernando VII, preso por Napoleón, y que el gobierno monárquico resultaba entonces un modelo mucho más conocido y generalizado, particularmente en los países de tradición católica como era éste.

El documento también establecía que, si ningún monarca de una dinastía europea aceptaba el trono de la nueva nación, lo ocuparía el que las cortes mexicanas designaran, y fue efectivamente gracias a este artículo, que en mayo de 1822 Agustín Iturbide fue proclamado emperador de México.

Si bien se optaba por la forma de gobierno monárquica, se declaraba que ésta debía ser, conforme a lo establecido en el Plan de Iguala: una monarquía constitucional moderada, separando el poder ejecutivo del legislativo. Estas declaraciones colocan al naciente país en un régimen diferenciado del absolutismo y el despotismo. Recordemos que España en estos momentos atravesaba por el llamado “trienio liberal”, que reaccionó contra el despotismo de Fernando VII y lo hizo jurar la Constitución de Cádiz. El mismo O´Donojú había sido uno de los protagonistas de este movimiento de restauración constitucional encabezado por Rafael de Riego.

El hecho de que Iturbide excluyera de la Junta Gubernativa a los veteranos de la insurgencia, ocupara la presidencia de la Regencia, llegara a ser nombrado emperador y a disolver el Congreso nos dificulta su identificación, no sólo con los principios insurgentes, sino incluso con el mismo tono moderado de los Tratados y del Plan de Iguala.

A la luz de todas estas consideraciones, los Tratados de Córdoba no aparecen hoy como un documento que case con nuestra tradicional idea de lo que fue el movimiento insurgente, ni con los principios republicanos que después adoptaría nuestro país. Pero es un hecho que, gracias a esos Tratados, concluyó una guerra de once años y dio inicio formalmente la existencia de México como nación soberana.

Los Tratados de Córdoba sí fueron, en ese sentido, un instrumento toral en la consumación de nuestra independencia, presidido por un ánimo de conciliación entre americanos y españoles, simbolizado en la famosa frase pronunciada por Iturbide ante O´Donojú: “Supuesta la buena fe y armonía con la que nos conducimos en este negocio, creo que sería muy fácil cosa que desatemos el nudo sin romperlo”. Efectivamente, después de la firma de los Tratados, nadie pudo dudar que el nudo había quedado desatado para siempre.