En Rusia, la masonería existe oficialmente desde la década de 1730. Más tarde, a finales del siglo XVIII, fue prohibida por la emperatriz Catalina II la Grande hasta que volvió a estar permitida durante el reinado de su hijo Pablo I.
Por lo menos tres emperadores rusos fueron masones aunque, a decir verdad, no hay datos oficiales sobre este particular confirmados por documentos. A fin de cuentas, un zar ruso, ungido por Dios, no podía ser masón abiertamente.
En la actualidad, el masón Andréi Bogdánov, presidente de un pequeño partido democrático de Rusia, Gran Maestre y venerable hermano, llegó a presentar su candidatura en las elecciones presidenciales y obtuvo un 1,3% de los votos.
La extraña tradición masónica ha continuado en Rusia después de la larga interrupción que se produjo durante la Unión Soviética (aunque, dicho sea de paso, algunos investigadores que no se caracterizan por ser especialmente obsesivos ni estrafalarios consideran que el mismo poder soviético era la encarnación de la masonería).
La exposición del Ermitage está compuesta aproximadamente por cuatrocientos objetos: delantales, martillos, brújulas, libros, imágenes, estrellas, ojos, guantes, espadas. Todos los objetos que resultan imprescindibles para realizar un ritual masónico.
La exposición no ahonda en explicaciones acerca de por qué era necesario que todo se desarrollara tras las puertas cerradas de las logias masónicas ni tampoco en las razones que llevaban a las personas a ingresar en este grupo, pero ofrece datos sobre personalidades que participaron en esta institución.
Se sabe que fueron masones activos Pedro III, Catalina II y Alejandro I. Formaron parte de la institución representantes de la elite militar como, por ejemplo, los grandes comandantes de las guerras napoleónicas Alexander Suvórov y Mijaíl Kutuzov.
Las principales ideas de las logias y de las sociedades secretas estaban relacionadas con la filosofía de la ilustración y la práctica de la filantropía. Su objetivo principal era hacer que regresara el ¨Siglo de oro de la diosa Astrea¨, el siglo de la justicia universal y de la legalidad. La exposición, sin embargo, no explica cómo apareció la masonería en Rusia.
A finales del siglo XVII, Pedro I visitó el paraíso de la masonería, Ámsterdam, donde se encontró con sir Christopher Wren e Isaac Newton, famosos masones de la época, y es probable que fuera iniciado en algunos misterios, o tal vez no.
En algunos detalles arquitectónicos de aquella época y en algunos objetos como, por ejemplo, la medalla fúnebre del emperador Pedro I, se pueden distinguir símbolos masónicos, aunque algunos de ellos quizá sólo sean un tributo a la moda.
No se puede decir que la historia de la masonería rusa acabara con la derrota de los Decembristas, pero sí llegó a su fin su periodo más heroico. Perduran los símbolos, los objetos misteriosos, los textos no menos enigmáticos, las alusiones, los jeroglíficos y un sinfín de leyendas y de especulaciones.Los masones se dedicaban a obras de caridad y orquestaban complots. La mitad de los generales de las guerras napoleónicas eran masones y casi todos los conspiradores importantes y los organizadores de la insurrección de los Decembristas en 1825 también eran miembros de esta institución.
El Ermitage ha optado por no poner en claro muchas de estas cosas. Lamentablemente, seguirán siendo un enigma. Aunque quizá sea lo más honesto: tratar de comprender esta amalgama de cuentos, verdad y mistificación en el marco de una exposición probablemente sea una tarea imposible.
La exposición permanecerá abierta al público hasta el 1 de septiembre de 2013.
Fuente: Agencias.