Hijo de un republicano español, estudió comercio y contabilidad. A sus 40 años de edad inició la lucha contra la dictadura ecuatoriana, pero fracasó en el campo militar. Tres meses más tarde encabezó un gobierno revolucionario en las provincias de Manabí y Esmeraldas. Diversas poblaciones de Ecuador se alzaron en armas, el pueblo de Guayaquil lo proclamó Jefe Supremo del país. Regresó de Centroamérica donde se encontraba, formó gobierno e inició su gestión bajo el lema: “perdón y olvido”. Con apoyo de los indios del Chimborazo, entró a Quito aplaudido y vivado por la multitud.
Su programa incluyó la regeneración de la República, orden, honradez y reorganización del régimen interior, paz internacional, fomento al comercio y las industrias, desarrollo de las artes, protección a las ciencias, mejora y aumento a la instrucción pública, arreglo y fiscalización de las finanzas del Estado, respeto a las garantías constitucionales, fomento a la inmigración, respeto para la religión nacional y para otras creencias, multiplicación de las vías de comunicación regionales, construcción de ferrocarriles, perfeccionamiento de las instituciones militares, separación de la Iglesia del Estado, educación laica y obligatoria. Entre las disposiciones que sancionó su gobierno se contó la Ley de Matrimonio Civil (1902) que permitió el divorcio de los cónyuges.
Terminado su período presidencial, triunfó el candidato alfarista Leonidas Plaza, pero sobrevino la división entre liberales y el sector radical proclamó a Eloy Alfaro como Jefe Supremo.
En este nuevo período, concretó la separación de la iglesia del Estado, la libertad de conciencia, prohibición a los sacerdotes de cualquier culto de ser elegido legislador, protección oficial para los indígenas, además de una gran actividad cultural y docente, el desarrollo industrial y la liberación de impuestos para la importación de maquinarias fabriles y para la agricultura.
Un golpe de estado determinó el asilo de Alfaro en la Embajada de Chile: partió al exilio el 11 de agosto de 1911. Regresó a Ecuador para evitar el enfrentamiento armado y promover un arreglo pacífico, pero se desató una guerra civil en la que masacraron a los jefes políticos liberales. El 28 de enero de 1912 Eloy Alfaro también pagó con su vida, su cadáver fue quemado en la ahora llamada “hoguera bárbara” al grito de “mueran los masones”. Tenía 69 años de edad.
Durante su exilio recorrió Sudamérica, tomó contactos con los liberales peruanos, colombianos, venezolanos y radicales de Argentina y Chile, “en el marco de la fraternidad masónica”. Influyeron en sus ideas el ecuatoriano Juan Montalvo, el panameño Justo Arosemena, el peruano Ricardo Palma, los cubanos José Martí y Rafael María Marchán, el colombiano José María Vargas Vila, los chilenos José Manuel Balmaceda, José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao, los venezolanos Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo y el argentino Leandro N. Alem. En Buenos Aires dialogó con Bartolomé Mitre y los radicales argentinos, luego visitó Venezuela, Estados Unidos y México, donde conoció al joven masón nicaragüense Rubén Darío.
José Eloy Alfaro Delgado nació en Montecristi, Ecuador, el 25 de junio de 1842. Desde el año 2000 es reconocido como “el mejor ecuatoriano de todos los tiempos”. Según se afirma, fue iniciado masón en Costa Rica, luego integró la Logia Rosa de América N° 36 de Panamá y perteneció a logias de Guayaquil. En 1905, recibió un voto de aplauso del Congreso Masónico celebrado en Buenos Aires. Poco después fundó la Logia Cadena Fraternal y Templo de la Amistad y la Logia La Ley Natural, en Quito. El Supremo Consejo del Perú le concedió el Grado 33°.
Fuente: Agencias.