1. Interesante, sin duda, el dossier "Autocrítica liberal" publicado por Letras Libres (número 172) que contiene el análisis de varios colaboradores de esta revista, que se justifica sustentando que "... la autocrítica no es una práctica común en el medio intelectual 'para no dar armas al enemigo'. En este número, sin embargo, hemos convocado a diversos autores que sin renunciar a su simpatía por la tradición liberal, fueron capaces de identificar sus déficits, sus flancos débiles. El resultado es una versión que lidia con el hecho de que en distintos momentos el liberalismo no ha sabido enfrentar. Temas como la pobreza, la religión, el racismo, el imperialismo, los medios de comunicación. El sentido de este ejercicio es muy claro: más que demoler, la crítica permite mejorar, renovar, fortalecer".
2. El dossier, coordinado por Carlos Bravo Regidor -parafraseo la introducción-, constituye un esfuerzo por examinar algunos problemas de la tradición liberal... pero desde la tradición liberal misma (...) Autocrítica, pues, de una tradición intelectual "que Letras Libres siempre ha defendido pero por cuya saludable renovación rompe con este número, una lanza". Estas redefiniciones liberales se justifican con meridiana claridad: "... El liberalismo más que una ideología, es un temple, una disposición de ánimo para aceptar la validez de todas las preguntas. Por eso Octavio Paz pedía que del liberalismo y el socialismo surgiera una nueva doctrina (...) donde abunden los recovecos de las dudas y escasean las planicies de las certezas. Al final, una tarea: devolverle al liberalismo su talante combativo a partir del reconocimiento de sus insuficiencias".
3. José Antonio Aguilar Rivera (1968) que abre la exposición compilada de algunos trabajos sobre el liberalismo en México, ha escrito además sobre las identidades mexicanas y el multiculturalismo de este país: "Se le considera un polemista feroz". En su colaboración titulada "Limpiar la casa", aborda el debate entre liberales y conservadores en el siglo XIX en la prensa de la época. Los liberales sucumbían ante la superioridad que demostraron los conservadores: "el liberalismo mexicano no 'extravió' el rumbo (...) el mexicano, según los liberales sería un ente racial, compuesto por la fusión de dos matices étnicas, la española y la indígena. Esta teoría condenó al limbo a los que no fueran mestizos: de acuerdo a las teorías culturales de la mexicanidad, 'algunos son más mexicanos que otros'". Aguilar Rivera califica a esta postura como un chauvinismo nacional que ensalza la raza, la costumbre, la religión o la enchilada: "Es antitético al liberalismo. Bien dice Mario Vargas Llosa -a quien cita-, el nacionalismo es el gran enemigo de la libertad". El final es optimista: "La revuelta del EZLN y otros movimientos, como el fin del largo periodo del partido hegemónico en el poder revivió el liberalismo y terminó por liberar a México de la historia oficial. En estos momentos la tradición liberal ha abierto de par en par las ventanas al futuro, creo que hemos empezado a limpiar la casa".
4. Dentro del mismo apartado de las redefiniciones liberales no hay duda que las colaboraciones de Humberto Beck, "Isaiah Berlin, la Guerra Fría y la libertad"; Carlos Bravo Regidor, "Derechos y emancipación"; Jesús Silva Herzog Márquez, "La duda y la fe" y Roger Bartra, "La cabeza de Bentham", descorren un velo para que entendamos al liberalismo mexicano del siglo XXI. Por razones de espacio sólo citaré un pasaje del artículo de Silva Herzog Márquez: "... El liberalismo de la duda no se cierra como lo hace el liberalismo de la fe, en la paradoja ni en la contradicción, se atreve a la conjetura y rechaza el cierre del pensamiento esférico (...) más que un sustantivo excluyente, 'liberal' es un adjetivo que incorpora la moderación del escepticismo a la política".
5. El dossier concluye en su segunda parte bajo el rubro "Preguntas al liberalismo" con los artículos de Saúl López Noriega, "¿Qué hacer con los medios?"; David Peña Rangel, "¿Tiene sentido el amor a la patria?"; Patrick Iber, "¿Padece el liberalismo una tentación imperial?"; Estefanía Vela Barba, "¿De quién son los 'derechos del hombre'?" y termina, con el de Gabriel Zaid "¿Con qué valores prohibir qué?". De este último transcribo el párrafo con el que Zaid concluye su colaboración: "Las democracias liberales se autoengañan creyendo que prohibir la poligamia no es imponer valores cristianos sino universales. Precisamente lo creen los misioneros cristianos cuando en comunidades de tradición polígama, obligan cruelmente a las familias a desmembrarse para convertirse".
Termino esta glosa con un breve fragmento del prólogo de Gregorio Marañón a su antología personal, volumen de la Colección Austral de Espasa Calpe (1979) titulado "Ensayos liberales": "... Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin. El liberalismo es, pues, una conducta y, por tanto, es mucho más que una política. Y, como tal conducta no requiere profesiones de fe, sino ejercerla, de un modo natural, sin escribirla ni ostentarla. Se debe ser liberal, sin darnos cuenta, como se es limpio, o como, por instinto, nos resistimos a mentir".
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Fuente: Agencias.