Las referencias históricas a la masonería han venido adoleciendo de modo recurrente de dos sesgos ideológicos. O bien se ha tendido a interpretar su actuación desde las propias posiciones de la institución con un enfoque parcialmente positivo. O al contrario, desde las visiones antimasónicas de la derecha tradicional y conservadora, se ha dado y construido sobre ella una verdadera leyenda negra haciéndola responsable decisiva de casi todos los episodios históricos de los que la derecha abomina. Por ello, la visión historiográfica académica que ha ido desarrollándose en los últimos tiempos sobre la organización masónica ha tenido, sin duda, que combatir las mixtificaciones que han originado una u otra de esas visiones y tratar de ofrecernos una explicación objetiva y desmitificada sobre su actuación y significado históricos.
Es en ese contexto historiográfico académico en el que hay colocar este libro de Iván Pozuelo Andrés, licenciado en Historia por la Universidad de la Sorbona-París I, La masonería en Asturias (1931-1939), publicado por el Servicio de Publicaciones de nuestra Universidad. Obra que ha tenido como origen su tesis doctoral presentada en la Universidad de Oviedo y dirigida por el profesor David Ruiz. Nuestro flamante doctor trata de desvelar en el libro la actuación de la sociedad masónica en Asturias en los años treinta del pasado siglo precisamente cuando se desarrollaron dos momentos históricos sobre los que las interpretaciones sesgadas mencionadas insistieron ya en el momento de producirse y posteriormente. Me refiero, claro es: a la etapa propiamente republicana, con su momento de máxima tensión: la revolución de 1934, y a la Guerra Civil.
A través principalmente del método de la prosopografía -esto es, de la reconstrucción de biografías de los masones asturianos-, Pozuelo ha analizado su actuación política en esas dos etapas, así como su sociología y sociabilidad: organizaciones, número, ideología política, y la represión política que padecieron tras el fracaso del movimiento insurreccional de 1934 y la derrota en la Guerra Civil. Y ha llegado así a unas conclusiones que echan por tierra las interpretaciones sesgadas que sobre la actuación de la sociedad masónica en Asturias propalaron tanto los ideólogos de la derecha ya en el momento de los hechos y durante la etapa franquista como las que posteriormente en sentido positivo propaló la propia masonería.
La masonería asturiana del siglo XX supone una discontinuidad en relación con el inicio de la Orden en nuestra región en la segunda mitad del siglo XIX. Fue, sobre todo, el resultado de un nuevo proceso de implantación de la institución y difusión en Asturias en 1911, 17 años después del final de la última logia de la masonería asturiana surgida en el siglo anterior. En esa nueva fase su despegue se produjo en la etapa de la Dictadura de Primo de Rivera y su centro siguió siendo la ciudad de Gijón, donde siempre destacó la logia Jovellanos. Y sus miembros estuvieron políticamente vinculados en su mayoría al Partido Reformista de Melquíades Álvarez, siendo su principal dirigente hasta su fallecimiento en 1932, Alberto de Lera, que llegó a ser Gran Maestre de la Gran Logia Regional del Noroeste.
En 1931, la masonería asturiana contaba con 198 afiliados, 90 de ellas miembros de la logia Jovellanos de Gijón. Tras la muerte de De Lera, la mayoría abandonaron el reformismo melquiadista en que habían militado y se integraron mayoritariamente en el recién creado Partido Radical-Socialista. Y otros en menor número se afiliaron en los partidos republicanos de derecha y centro e, incluso, hubo entre ellos, rizando el rizo de la contradicción ideológica, algún líder del movimiento obrero asturiano como el socialista Teodomiro Menéndez y el anarquista Eleuterio Quintanilla. La extracción social dominante de los masones asturianos procedió dominantemente de la mediana y pequeña burguesía. Y su número descendió a lo largo del período republicano debido, en parte, a la represión a que fueron sometidos después de la Revolución de Octubre.
Contra las interpretaciones mitificadoras que hemos mencionado o la que mantuvo el dirigente socialista Amaro del Rosal acerca de que los masones fueron los responsables de la derrota obrera en la insurrección de Octubre, el autor constata que la masonería a nivel institucional no participó decisivamente ni en la llegada del régimen republicano, ni en la Revolución de Octubre, ni en el Frente Popular ni tuvo una intervención relevante en el curso de la Guerra Civil en Asturias, aunque particularmente y, con las ideas masónicas amueblando su cabeza, muchos de ellos sí tuvieron una destacada actuación en todos esos acontecimientos, Y, además, muchos aspectos de aquellos acontecimientos influyeron de diversas maneras y de modo decisivo en la propia masonería asturiana, como hemos señalado, por ejemplo con la represión que padecieron, resultado de la percepción no objetiva que los actores del momento tuvieron de la intervención de la masonería.
Sin duda, y más allá de ciertos defectos de la estructura del contenido y errores de forma que pueden dificultar y hacer más trabajosa su lectura, la principal virtud de este libro es que cubre, desde luego, un casi vacío en la historiografía de Asturias. Y, sin duda, la conclusión final a la que llega el autor tras su análisis acerca de la función histórica de la institución masónica asturiana y española de aquellos tiempos nos parece en cierto modo aceptable. La masonería, de inspiración liberal y reformista, trató de difundir y practicar una actitud conciliadora de clases que, en resumidas cuentas, no conducía sino al afianzamiento y legitimación del sistema liberal capitalista. Actitud conciliadora que, por cierto, no la libró de ser objeto de la implacable represión franquista.
La Masonería se abre con un estudio preliminar de Víctor Guerra, que introduce al autor, la obra y el contexto histórico, y en que analiza este libro editado en 1934 y escrito por un asturiano natural de Luanco: Pedro González Blanco, miembro de una saga familiar de traductores y narradores como Andrés y Edmundo González Blanco.
El periplo vivencial de Pedro González Blanco por las «Américas» incardinado en las andanzas de Carranza o Pancho Villa ya constituyen toda una experiencia novelística, aunque lo que en dicho texto expone Pedro González Blanco en La Masonería es una visión de un Maestro Masón que en apenas tres años dirige tras la II República una de las más prestigiosas revistas masónicas: Latomia, y desde esa experiencia que dejó como herencia cuatro voluminosos tomos, se lanzó a escribir este opúsculo con la intención descorrer los velados tópicos sobre la masonería, tocando temas tan actuales hoy en día como la expulsión de los Jesuitas y el duque de Alba, los trabajos de Fray Benito Feijoo sobre los Muratores, o los propios orígenes de la masonería, o si ésta añeja sociabilidad puede ser considerada como una Sociedad Secreta.
Fuente: Agencias.