Arquitectura, secta, dinero”. Este es el tridente de ideas que engarza un jiennense preguntado al azar sobre qué le sugiere el vocablo “masón”, y no va desencaminado en la primera. “Las tesis más creíbles —explican los investigadores José Manuel Higueras y Luis Miguel Sánchez Tostado en Los secretos de la masonería en Jaén— atribuyen su origen a los constructores de pirámides del antiguo Egipto o a los “Collegia Fabrorum” romanos (agrupaciones de obreros, maestros y arquitectos que seguían la tradición de sus homólogos griegos)”. De hecho, la escuadra, la piedra de fundación y el mallete son algunos de sus símbolos. Pero ni lava los cerebros de sus fieles para que “entreguen todo lo que tienen” para enriquecer al jefe a cambio de “salvar su alma”, como las sectas, ni sus miembros rezuman dinero. “En nuestros talleres hay hermanos en paro en el mismo porcentaje que en el resto de la sociedad”, destaca la Gran Logia Simbólica Española en su web, www.glse.org.
Frente a las “calumnias” —muchas de ellas “pueriles e inverosímiles”— que se le endosan, su divisa es “libertad, igualdad y fraternidad”, el emblema sobre el que Francia construyó su república. Pero, en España, su librepensamiento, su laicismo y sus valores humanistas, racionalistas y antropocéntricos, que irrumpieron de la mano de José Bonaparte y de la ocupación gala de 1808, no encontraron el apoyo del poder. “La Santa Inquisición la persiguió antes, incluso, de que se hubiera instaurado en el país”, destaca Higueras. Las monarquías absolutistas de la época y, sobre todo, la Iglesia católica se opusieron a ella con vehemencia. Pero la máxima represión llegó con la dictadura de Franco. Según se indica en “Los secretos de la masonería en Jaén”, el general golpista “no perdonó ser rechazado cuando intentó iniciarse en las logias del protectorado de Marruecos en los años 20” y se obsesionó en su “antimasonismo”. “Fusiló, encarceló y deportó a unos veinte mil españoles acusados de masonería cuando, en realidad, en la España del momento había unos seis mil o siete mil”, resume el investigador jiennense, que agrega: “Hubo acusaciones por el simple hecho de ver reunidos a un albañil y a un médico”.
Del cerca de medio centenar de talleres que existió a finales del siglo XIX en la provincia, en ese momento solo había tres: Lealtad, en la capital; Floreal de Humana, en Andújar, y Humana, en Linares. Todas desaparecieron en las redadas de los 40. “Franco hizo bien su trabajo”, denuncia un masón, y los talleres sucumbieron a un silencio que duró setenta años, pero el fénix es capaz de resurgir de sus cenizas y, el 5 de noviembre de 2011, “levantó columnas” en Jaén la logia Andrés de Vandelvira, número 175. Se encuadra en la corriente masónica regular (inglesa) y se rige por el rito francés, en el que hay siete grados. Hasta el momento, sus miembros solo tienen tres, pero —anuncia uno de ellos: “Del cuarto al séptimo ya se están recibiendo en Madrid y el año que viene podrá realizarse todo el recorrido del rito en Jaén”.
La logia de la capital cuenta con entre “treinta y treinta y cinco” miembros, pero ninguno se atreve a dar la cara. “Cada vez que la masonería ha salido a la calle en España, se la ha castigado y tiene una especie de trauma”, argumenta uno de ellos, que hace hincapié en la importancia de la discreción. “Si no la hubiera, se elevarían egos y los principios de la masonería se desvirtuarían”, sugiere un masón con el grado de aprendiz, que confiesa que fue una mezcla de atracción por la historia y de curiosidad la que lo llevó a interesarse por la masonería y solicitar su ingreso en la logia Andrés de Vandelvira: “Puse ‘masones-Jaén’ en Google, vi las entradas que había relacionadas y que existía un blog, envié un correo pidiendo información y se pusieron en contacto conmigo”.
Le pidieron un “currículo de lo que había hecho en la vida, lo que quería hacer y por qué deseaba entrar en la logia” y un par de entrevistas. Después, por el mismo sufragio universal por el que se elige a todos los cargos, el comité de logia aceptó incorporarlo, pero tuvo que pagar seiscientos euros. Es la cuota de inscripción, y el montante “tiene que ver con el síndrome de la puerta giratoria, para evitar que alguien entre y salga constantemente”, justifica un miembro, y añade el aprendiz: “Me parece bien, porque si la masonería estuviera subvencionada, se desvirtuaría”. Ya lleva tres años en la logia y, preguntado sobre lo que le aporta, no vacila: “Me ha dado herramientas para conocerme mejor, para asumir que soy capitán de mi barco y dueño de mi vida, para tener presente que todos los hombres mueren, pero no todos viven”. Es la misma idea en la que insiste un masón con el grado de maestro. “La masonería funciona como un espejo: te puedes mirar en él y volver la cara o querer mejorar, y en eso es en lo que te guía la orden”. Es un conócete a ti mismo constante hasta el momento de pasar al Oriente Eterno, la muerte.
Exclusión de la mujer: ¿tradición o simple machismo?
Machista. Este es uno de los principales reproches que se le hacen a la masonería. Apelando a la tradición, la corriente regular —que encabeza la Gran Logia Unida de Inglaterra— no acepta féminas entre sus filas. Fue el Gran Oriente de Francia (GOdF) el que, el 10 de junio de 1774, admitió la Masonería de Adopción: logias formadas por mujeres, aunque bajo la tutela y vigilancia de los masones varones. De esta forma nació la corriente liberal, para la que la aportación de la mujer como Maestra de su propia arquitectura interior es esencial y tiene el mismo rango que el hombre. En la actualidad, además del GOdF (distrito español), también admiten féminas el Gran Oriente Ibérico Unido, el Ibérico, Derecho Humano, la Gran Logia de Catalunya, la Femenina de España, la Gran Logia de Memphis y Misraim —de la que, en el siglo XIX, dependía un par de talleres en la provincia—, la Gran Logia de Canarias y la Simbólica de España (GLSE). Precisamente, Esther Puntí, gran maestre adjunta de esta última gran logia, sentencia: “No tiene sentido una masonería excluyente”. Subraya el notable papel de las mujeres “a la hora de crear, interpretar y estudiar los símbolos que durante la historia han conectado al ser humano con lo trascendente”. Hace hincapié en que han sido fundamentales en el progreso de la humanidad, en la historia del pensamiento, en la transmisión de valores y en la lucha por los derechos. Por eso, en su opinión: “Hay algo de ignorancia y de miedo en ese rechazo a la mujer” por parte de la corriente liberal. Y, acerca de los ritos, concluye: “No dependen del sexo. Nada en masonería depende del sexo. Lo que pretende es reunir y no separar, ir más allá de toda diferencia o ruptura y construir en función de nuestros principios de libertad, igualdad y fraternidad, trabajar para la justicia y la verdad, buscar respuestas y mejorar el edificio humano”.
Un foco de la orden al amparo de la minería
Allí donde reposan los muertos se encuentran, parcialmente, las huellas del Linares masónico. En la segunda mitad del siglo XIX, mientras España asimilaba las ideas democráticas de la Primera República, esta ciudad del norte de la provincia florecía a golpe de los picos y las palas que se empleaban en las minas. Al amparo de la pujanza económica que derivó de este sector, la ciudad se convirtió en la población de mayor crecimiento de la Andalucía del siglo XIX, apunta el investigador José Manuel Higueras.
Como se destaca en “Los secretos de la masonería en Jaén”, se desarrollaron el ferrocarril y el transporte urbano, se multiplicaron las actividades culturales y proliferaron la prensa y la libertad de expresión, ideológica y confesional. La necesidad de mano de obra fue imán para miles de trabajadores de todo el territorio nacional y que, en 1869, la Ley de Sociedades facilitara la llegada de inversiones extranjeras supusieron otra puerta de entrada a ideas progresistas desconocidas hasta entonces. Gracias a esto existió una notable colonia de ingleses y franceses que contribuyeron a la constitución de numerosos talleres masónicos.
Solo en Linares se contaban nueve, algunos con más de ochenta personas en las que la clase social o la nacionalidad eran una anécdota. Mineros y artificieros compartían hermandad con los gestores y propietarios de las explotaciones. Pero, frente a la creencia de que fueron los ingleses los que las fundaron, “Los secretos de la masonería en Jaén” destierra mitos, asegurando que, cuando llegaron, la masonería ya estaba implantada en la ciudad. Las responsabilidades recayeron siempre sobre españoles, y no precisamente acaudalados. La logia El Porvenir fue un ejemplo. La mayoría de sus miembros estaba relacionada, de alguna manera, con la actividad minera y el venerable maestro era un simple empleado, lo que —destacan Higueras y Luis Miguel Sánchez Tostado— resultaba una “enorme novedad” en la sociedad estratificada del siglo XIX: “Esta igualdad fue un símbolo distintivo de la orden, lo que suponía una situación tan progresista que, sin duda, se convirtió en una de las principales causas de su consideración como ente desestabilizador”. La crisis finisecular acabó con la mayoría, pero su huella sigue latente en documentos de la época, nombres de chimeneas, pozos y minas y en la simbología funeraria que resiste al tiempo en el único cementerio inglés de la provincia.
Como se destaca en “Los secretos de la masonería en Jaén”, se desarrollaron el ferrocarril y el transporte urbano, se multiplicaron las actividades culturales y proliferaron la prensa y la libertad de expresión, ideológica y confesional. La necesidad de mano de obra fue imán para miles de trabajadores de todo el territorio nacional y que, en 1869, la Ley de Sociedades facilitara la llegada de inversiones extranjeras supusieron otra puerta de entrada a ideas progresistas desconocidas hasta entonces. Gracias a esto existió una notable colonia de ingleses y franceses que contribuyeron a la constitución de numerosos talleres masónicos.
Solo en Linares se contaban nueve, algunos con más de ochenta personas en las que la clase social o la nacionalidad eran una anécdota. Mineros y artificieros compartían hermandad con los gestores y propietarios de las explotaciones. Pero, frente a la creencia de que fueron los ingleses los que las fundaron, “Los secretos de la masonería en Jaén” destierra mitos, asegurando que, cuando llegaron, la masonería ya estaba implantada en la ciudad. Las responsabilidades recayeron siempre sobre españoles, y no precisamente acaudalados. La logia El Porvenir fue un ejemplo. La mayoría de sus miembros estaba relacionada, de alguna manera, con la actividad minera y el venerable maestro era un simple empleado, lo que —destacan Higueras y Luis Miguel Sánchez Tostado— resultaba una “enorme novedad” en la sociedad estratificada del siglo XIX: “Esta igualdad fue un símbolo distintivo de la orden, lo que suponía una situación tan progresista que, sin duda, se convirtió en una de las principales causas de su consideración como ente desestabilizador”. La crisis finisecular acabó con la mayoría, pero su huella sigue latente en documentos de la época, nombres de chimeneas, pozos y minas y en la simbología funeraria que resiste al tiempo en el único cementerio inglés de la provincia.
Fuente: Agencias.