En referencia a que siempre habrá alguien que se interese en el trabajo diario que hacemos, un buen amigo me recordaba la frase de la actriz de grandes épocas, Agatha Christie “Cásate con un arqueólogo; cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”. No le entendí.
Y es en ese sentido, que hoy tocamos el tema de masonería. Tabú antagónico de la iglesia, al que se considera ya un punto obsoleto y por ende, en desuso.
Los misticismos en torno a la secrecía de los miembros del liberalismo, apuntaban a ser herejes, practicantes de brujería y mil formas discrepantes más, infundidas –obvio- por sus acérrimos rivales, la iglesia.
Sin embargo, la historia está llena de talentos de pensamiento liberal; que van desde Voltaire, pasando por el presidente Juárez y hasta el mismo presidente neoliberal Ernesto Zedillo. Algún encanto debe tener la masonería.
Sin embargo, en ese mismo devenir, sus contrincantes evolucionaron con las modas y tendencias. Es decir; la iglesia pudo ‘adaptarse’, evolucionando sus formas de llegar a la gente cada vez más global. Hicieron un ‘apartado’ donde contemplaban únicamente a las parejas casadas, hablaron de preservativos y muchas cosas más.
A los liberales quizá, les ha faltado un poco más de micrófonos y compartir sus ideas que son muy avanzadas. Falta de espacios.
Habrá qué imponer la llamada Ley del Software: “Si aprenden a usarlo… saca otra versión”.
Recientemente, tuve la gran oportunidad de disfrutar una extraordinaria ponencia del economista Manuel Jiménez Guzmán. Con raíces tamaulipecas y origen en el sur de éste estado, el cuatro veces diputado federal (y otras tantas en Congresos locales) por el PRI, hizo referencia de cómo los liberales están más vigentes que nunca.
El tema a referenciar, va de la mano con la vetusta afrenta contra los conservadores de la iglesia. El laicismo.
Pero en sentido estricto. El Soberano Gran Comendador Jiménez Guzmán (dictó la conferencia para todo el público, con una gran respuesta de parte de los asistentes) es defensor del estado de derecho, que representa el laicismo y la laicidad.
Consagrado en la Constitución Mexicana y heredado desde la promulgación de la Constitución de Cádiz, el estado laico sugiere e impone como criterio universal, que permite la libertad de conciencias; la no imposición estricta de dogmas ni estereotipos. La libertad de culto, la permisibilidad de preferencias sexuales; la defensa de géneros. En fin, impele los gobiernos autócratas –como el represor de la izquierda venezolana- y defiende el derecho universal a profesar el culto que mejor le acomode en lo individual.
En fechas recientes, la propuesta a permitir el culto religioso en las escuelas, prende de nueva cuenta la mecha casi extinta en la lucha liberales-iglesia, pues éstos últimos habrían infundido ‘su luz’ de modo tal que la educación mexicana permitiese lo que Juárez habría enarbolado en sus dictados, como separación iglesia-estado.
El estado laico, no habla únicamente de la ‘quita’ de los elementos religiosos de la forma de actuar de los gobernantes y de la educción. Habla de ser la antítesis de la autocracia y de los gobiernos impositivos.
Ejemplificó fehacientemente el Soberano Gran Comendador: (sic) “en la lucha diaria, donde sociedad y gobierno debemos contribuir en enaltecer nuestros valores y ponderar el laicismo como estado de derecho, tejemos fino todos los involucrados para que esto se logre. Dios… pone el hilo”.
Libertad, igualdad; unidos son sinónimo de laicidad.
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