Un terreno que daba, y da aún mucho, para la investigación histórica no sólo específica y circunscrita a las actividades internas de la Orden del Gran Arquitecto del Universo en este archipiélago, sino la influencia de sus actividades, ideología y opiniones, así como las de sus integrantes a nivel personal, en el seno de la sociedad insular, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX y primeras tres décadas del XX.
Personalmente me pareció ya entonces un terreno que podía ser muy fecundo a poco que se trabajara sobre él. Los Coloquios de Historia Canario-Americana me brindaron la oportunidad de contactar y tener unas primeras conversaciones con uno de los máximos expertos en Historia de la Masonería a nivel internacional, el profesor de la Universidad de Zaragoza José Antonio Ferrer Benimeli, a quién tanto he agradecido siempre sus opiniones y consejos para desenvolverme en este contorno de investigación, especialmente al invitarme a integrarme en el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME) de la universidad zaragozana, a través del que pude participar durante varios años en reuniones científicas y en diversos congresos, como los dedicados a La Masonería en la España del Siglo XX, celebrado en la Universidad de Castilla La Mancha en Toledo en 1995, o el que se celebró en la Universidad de Barcelona en 1997 a propósito de La Masonería Española y la Crisis Colonial del 98, donde aporté algunos trabajos y ponencias con los que intentaba acercarme a la presencia de la masonería canaria y de algunos de sus miembros en círculos de opinión, sectores profesionales y acciones reivindicativas concretas que fueron esenciales para el desarrollo de las islas en general, y de Gran Canaria en particular, en el período de tiempo antes señalado. Se concretó en una tarea que permitía conocer mejor a la sociedad isleña y el por qué de muchas de las decisiones que se tomaban en asuntos cruciales para su progreso.
En ese camino me interesó especialmente la relación de la masonería isleña del diecinueve con la prensa canaria de aquellas décadas, tanto en lo referente a la propia prensa masónica, como el caso del periódico masónico grancanario La Afortunada, como a la presencia de las propuestas y corrientes de opinión de la masonería en las páginas de los periódicos, o los debates que la misma sugería ya entonces. Y es que, como ya pude señalar en Toledo en 1995, «…a nadie se le oculta la profunda correspondencia que se da entre la evolución de la sociedad y la organización y funciones de la comunicación pública…», por lo que «…el estudio de la prensa, del periódico en sí, especialmente de épocas ya históricas, en el marco de la comunicación pública, como un elemento más de los procesos de comunicación social, permitirá el acceso a fuentes informativas más ricas, amplias y eficaces, que si sólo se atiende a contenidos específicos y de forma aislada del conjunto de las materias y de su diseño periodístico…».
Se imponía así un estudio conjunto de la presencia de la masonería y/o de sus miembros en la historia del periodismo insular, atacando su estudio y reflexión a través de etapas significativas, como puede ser esa primera de aparición y consolidación del periodismo grancanario en las décadas centrales del siglo XIX entre 1842, cuando aparece El Pueblo. Periódico Democrático de la mano del abogado y político grancanario Antonio López Botas, Palmas 2º, masón miembro de la logia Afortunada 36 en 1871, y de Juan Evangelista Doreste, publicación de la que sólo conocemos un sustancioso Prospecto, curiosamente encabezado con unos versos de Víctor Hugo, el escritor francés y masón reconocido encumbrado por haber rescatado los significados de las palabras libertad, igualdad y fraternidad de las sangrientas ruinas de las guerras revolucionarias, así como algún billete para la captación de suscriptores, y 1873, cuando el 1 de febrero sale a la calle el periódico La Afortunada, editado precisamente por la mencionada logia Afortunada 36, que lo cerrará al año siguiente pues, como el mismo periódico apunta, causas «…independientes y superiores a nuestra voluntad nos obligan a suspender la edición del periódico de mañana, acordando nuestra redacción, en vista del estado excepcional en que se encuentra nuestra Nación, no publicar por ahora La Afortunada…».
Sin duda alguna, el orbe periodístico grancanario tenía ya un nivel interesante en los años precedentes a la impresión del periódico propiamente masón La Afortunada que, como señala en el número 94, del 31 de diciembre de 1873, es de «…un carácter enteramente nuevo en este país, donde la institución a que pertenecemos, si bien no era desconocida, se había pintado por sus enemigos con los más sombríos colores, ...vino a quitar la máscara a nuestro enemigos…». Este nuevo «periódico independiente», según afirma su cabecera, que salía a la calle los miércoles y sábados, como otros muchos del siglo diecinueve, y se estampaba a cuatro páginas, con un precio de suscripción de 1,25 pesetas al mes, se im¬primía en los talleres de la Imprenta la Verdad, en la calle de San Justo n° 10 del Barrio de Triana, donde también situaba la redacción y la administración, costumbre corriente en los periódicos de la segunda mitad del siglo diecinueve grancanario. Esta imprenta, una de las más prestigiosas de Gran Canaria en el XIX, «la de una producción más abundante e ininterrumpida…» como asevera Viz¬caya Carpenter, y que llegó a imprimir otros periódicos tan importantes como El Liberal o el Diario de Las Palmas, era propiedad de otro miembro de la logia Afortunada n° 36, Isidro Miranda y León, Gutemberg.
En fin unos años en los que masonería y prensa en Gran canaria tienen una relación que no se puede dejar de lado, ni menospreciar, pero es también en una época incierta y sin logias organizadas formalmente del todo, por lo que no se puede constatar aún definitiva y fidedignamente la pertenencia a la masonería de muchos de los periodistas o colaboradores, aunque entre ellos están el ya citado de Antonio López Botas, Amaranto Martínez de Escobar, Hiram, ó Eufemiano Jurado Domín¬guez, Guiniguada, por lo que no es de extrañar que ya en su primer número el periódico La Afortunada resaltara textualmente que «…la aparición de un periódico no es ya un acontecimiento para nosotros. Acostumbrados como lo estamos a este género de publicaciones, lo único que extrañaríamos sería que no las tuviésemos…». En esa experiencia previa, de una forma u otra, habían estado los miembros de esta primera logia vinculados al despertar periodístico de Gran Canaria.
Fuente: Agencias.