Paso solemne al avanzar entre las columnas que delimitan el templo. Desde el Oriente, en lo alto, todo lo observa el ojo del Gran Arquitecto del Universo, enmarcado en su triángulo delta. Manuel Souto, venerable maestro de la logia Renacimiento 54 (A Coruña), nos recibe de mandil y guantes blancos. La masonería mantiene ritos y símbolos del siglo XVIII porque su fin no ha variado: «Es una vía de perfeccionamiento -explica Souto-, el hábito de tallar cada día la piedra bruta para ir convirtiéndola en cúbica», todo un símbolo vital.
El masón quiere pulirse como persona, y eso marida bien con «la filantropía», con la necesidad de ser «bueno con los demás». En Galicia, justo cuando se acaban de cumplir doscientos años de la fundación de la primera logia (la coruñesa Constitucional de la Reunión Española), siguen este camino un centenar de masones agrupados en media decena de hermandades que se adentran a su vez en un laberinto de obediencias y ritos. Pero siempre con un lema común, «Libertad, igualdad y fraternidad». Cuatro de esas hermandades pertenecen a la Gran Logia de España: Renacimiento, en A Coruña; Atlántica, en Vigo, y Curros Enríquez y Saint Jacques, en Compostela.
Capítulo Rosa Cruz
Médicos, catedráticos, políticos, obreros de la Citroën y parados aportan la necesaria diversidad. «Aquí dentro somos todos iguales, eso es lo importante», enfatiza Mario López (Renacimiento 54). El número de masones en Galicia puede parecer escaso, pero lo cierto es que la francmasonería en España lame aún sus heridas por la persecución sufrida durante la dictadura de Franco. El momento actual es de cierto impulso. Souto anuncia la intención de «levantar columnas de nuevos templos para la Gran Logia de España en Ourense y Lugo, ciudades donde no hay ninguna desde 1936. El proyecto más avanzado y que cristalizará «sin prisa» es «el de Ourense».
Estas hermandades funcionan por un complejo sistema de grados; niveles de perfeccionamiento. En esta obediencia en concreto llegan hasta el 33. Galicia tiene lo que se conoce como un Capítulo Rosa Cruz, que permite ascender hasta el 18. Los grados se obtienen por la participación en las tenidas (asambleas) de las logias. José Vázquez Fouz, hasta ayer venerable maestro de Atlántica (Vigo), explica que se pasa de grado «presentando planchas de lectura, trabajos sobre temas sociales, filosóficos, históricos que dan pie a la reflexión de los miembros del grupo. Es decir, a base de tiempo e interés».
Los masones se afanan por desprenderse de la etiqueta de sociedad secreta con que se les identifica aún. Lo cierto es que hoy son fácilmente localizables en Internet, y la reserva queda únicamente para las tenidas.
Algunos se rebelan contra la historia reciente -no todos comparten esta visión-: «Somos el único colectivo al que la democracia no ha reconocido su sacrificio durante la dictadura, y necesitamos recuperar el prestigio que tuvimos en su día y que sí se mantiene en otros países», reflexiona Vázquez Fouz. Es de idéntica opinión Carlos Pereira (Renacimiento 54): «Polo menos, que se lle recoñeza á masonería que sempre defendeu os valores democráticos e que foi reprimida moi duramente por iso. En España non se fixo ese recoñecemento, agás no Parlamento catalán».
Antonio Carro, veterano masón, destaca que «A Coruña siempre fue una ciudad clave para las logias», con varias «muy importantes» antes de la dictadura franquista, una de las cuales «se constituyó en el propio ayuntamiento».
En Galicia funcionan hoy hermandades de otras obediencias, como es el caso de Galicia 77 (A Coruña), que pertenece a la Gran Logia Simbólica Española, o Ara Solis (A Coruña), que incorpora el Rito Francés o Moderno, y que fundó en el 2003 una nueva obediencia, la del Grande Oriente Ibérico (GOI). Once años después, esta integra ya «seis logias españolas, cinco portuguesas y varias americanas, de países como México, Brasil o Bolivia. Perú puede ser el próximo», desvela Álvaro Marcos, presidente de los Altos Grados del GOI.
Fuente: Agencias.