Francisco Espinar Lafuente 1920 - 2007
“Lo nacieron dieciséis años antes del inicio de la Guerra Civil Española, lo llamaron Francisco y era el primogénito de una familia instalada en Almería a principios del siglo XX, formada por un militar fiel a la República y una exquisita y virtuosa dama muy aficionada a la pintura y la música”.
“Con un hermano pequeño, una madre de salud delicada y un padre condenado por la dictadura y con las entrañas comidas por el dolor, Francisco tuvo que forjarse una personalidad pragmática, para que el hogar no cayera en la derrota emocional. A pesar de las penurias de la posguerra no cambió nunca sus ideales progresistas. La guerra le había mostrado la cara más violenta del ser humano, y la dictadura la más opresiva e intransigente”.
“Estudio Derecho en la Universidad de Valencia y continuó sus estudios en la Complutense de Madrid donde se licenció y posteriormente, ya casado y con hijos, se doctoró con Premio Extraordinario. Fue un estudioso del derecho y un amante de la filosofía”.
“La vida y su oficio le llevaron a residir en distintos lugares: Almería, Valencia, otra vez Almería, Tetuán, Tánger, hasta que, finalmente, se afincó en Madrid, donde vio prosperar a sus seis hijos y crecer a sus trece nietos. En Tetuán conoció a la que fue su pareja el resto de su vida, una melillense de pelo largo y rizado y ojos de mora de los que enamoran. Permanecieron juntos durante más de sesenta años, complementándose, discutiendo y queriéndose por encima de todo”.
“Su amor por los libros y la música corrió paralelo a su sentido de la justicia social. Fue militante socialista, participó en el XIII congreso del partido en el exilio celebrado en octubre de 1974 en Suresnes (Francia) en el que también participaron Françoise Miterrand y Willy Brandt y tuvo contactos con la masonería afincada en el Marruecos del Protectorado. Todo ello en la más absoluta clandestinidad dadas las circunstancias políticas de la dictadura”.
“Fue un ser multidisciplinar. Abogado en ejercicio experto en marcas y patentes, profesor titular de Derecho Civil en la Cátedra de Hernández Gil en la Complutense de Madrid, ajedrecista aficionado, […] escritor, ateneísta, conferenciante, filósofo, lingüista y epistemólogo”
“Fue Gran Maestro del extinto Grande Oriente Español Unido y desde 1991 hasta 1994 Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33 y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España. Europeísta declarado y mundialista convencido quiso contribuir a la fraternidad universal con la génesis de un idioma planetario, el Pangeo, que sirviera de amalgama de todas las culturas”.
“La última vez que le vi con vida tenía ochenta y siete años. Fue en Málaga. Nos despedimos fundidos en un abrazo prolongado y muy sentido. Cuando nos separamos, sus ojos me buscaron con la serenidad que da asumir lo ineludible y un torrente de palabras mudas se atropellaron en mi garganta. Entonces supe que no lo vería más y que a nuestras conversaciones pronto le faltaría la mitad más importante”.
“Sé muy bien que estaba orgulloso de todos los suyos. Francisco, mi padre, me enseñó que no había enemigos sino adversarios, que todo en la vida lo mueve la política, que se sirve de la economía para conseguir el fin último: el poder, que lo realmente importante es la fraternidad y el espíritu crítico, que nadie está en posesión de la verdad, que todo se puede cuestionar siempre desde el respeto a la opinión de los demás y que no logra más el que llora o el que mama, sino aquel que está convencido de que otro mundo es posible”.
“En la intimidad de mi cuarto, ojeando fotografías antiguas, me encuentro una donde se le ve sonriente, departiendo de cualquier tema, dando su opinión y escuchando la de los demás. Ahora está aquí a mi lado, me mira, sonríe y parece que le oigo decir: No estoy de acuerdo con tu diserto, al fin y al cabo eres mi hijo y tu opinión es muy subjetiva". |