La gran puerta del Gran Templo de Perón 1242 se abre y, para atravesarla, hay que pasar debajo de un escudo con una escuadra y un compás. Ya en el hall, los bustos de San Martín y Sarmiento recuerdan la influencia masónica en la fundación de la Argentina. Sarmiento fue Gran Maestre de la masonería hasta que asumió la presidencia de la Nación, en 1868. Hoy su sillón es ocupado por Angel Jorge Clavero, un despachante de aduanas.
Clavero tiene 68 años, hace 27 que es masón y hace cuatro que es el Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Está casado y tiene una hija de 35 años. “Entré en la masonería por una búsqueda interior –cuenta–. Hace años, un señor mayor del comité radical donde yo militaba, me dio un folleto y la solicitud de ingreso. Pero murió y me quedé sin padrino.
Solía pasar por la puerta del templo y no me animaba a tocar el timbre. Hasta que, también en el comité, conocí a dos masones que me trajeron”. Ahora, todo es más fácil porque la institución está en un proceso de apertura. La solicitud se puede presentar por Internet en www.masoneria-argentina.org.ar. Después hay que pasar por tres entrevistas. “Es para ver si el aspirante es dogmático. Si lo es, no ingresa”, advierte el Gran Maestre.
Dogmático es el que presume que su doctrina o sus aseveraciones son verdades indiscutibles. “Nosotros no tenemos la verdad, la estamos buscando –diferencia Clavero–. Usamos la razón y somos hijos de la duda filosófica. Los dogmatismos religiosos y políticos han sido siempre enemigos de la masonería”. Y recuerda la ley del franquismo que reprimía “a la masonería y el comunismo”. “Si tenías de grado 18 para arriba, te fusilaban. Los de grado menor, iban presos. La masonería era secreta porque era perseguida. Ahora es discreta: un masón no puede revelar la identidad de otro”, cuenta. El tiene grado 33, el máximo.
La Iglesia Católica también los condena. “La masonería no es una secta, es un modo de filosofar –aclara Clavero–. Es abierta, laica y librepensadora. Aspira a que el ser humano piense por sí mismo y a que tenga libertad de conciencia. Busca un mejor hombre para que sea un mejor ciudadano y así mejorar la calidad de vida política de los países. En todos los gobiernos hubo, hay y habrá masones. Sólo en Buenos Aires, hay 1.800 masones activos”.
Los primeros masones fueron constructores de castillos, abadías e iglesias en Europa, en los siglos XI y XII. “En 1717, pasaron de la construcción operativa a la especulativa y sumar a personas que no venían de la construcción –dice Clavero–. Su fin cambió a construir el templo interior del ser humano. Era el siglo de la ilustración. La masonería adhiere a los principios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Entre nosotros nos llamamos hermanos”.
Las logias porteñas se reúnen en tenidas una vez por semana. “Aprendemos a pensar con el método simbólico –explica–. Los símbolos son elementos de la construcción. La escuadra es la rectitud y la lleva el presidente de la Logia. El compás marca nuestros derechos y que no debemos salirnos de ellos para no interferir con los de los otros. Cuando aparecen las pasiones, se muestra la trulla, que se usa para alisar revoques y asperezas”.
En las tenidas reflexionan sobre distintos temas. “Uno frecuente es la educación: la masonería es defensora de la educación pública y laica, agente del ascenso social”, dice Clavero. Y cuenta que apoyaron el matrimonio igualitario y ahora trabajan sobre la ley de identidad de género. “La masonería es progresista y se adapta a los tiempos”, asegura. Pero la Gran Logia está integrada sólo por hombres. “Desde hace 10 años, hay logias femeninas. Para formar logias mixtas hay que hacer un cambio internacional. Pero sabemos que es una asignatura pendiente”, concede antes de despedirse. Es hora de colocarse el mandil. La tenida está por empezar.
Fuente: El Clarin.