"Tejero nace en Zaragoza en 1893 y cuando tiene la edad necesaria se mete en la academia militar", relata el historiador Vicent Sampedro. "En 1916 le mandan a la guerra de Marruecos y a la vuelta, tras unos años, le destinan a Alcoi. Allí ocurren dos cosas que marcan su vida: le conceden la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y se inicia en la masonería". La condecoración le otorga un prestigio militar que ya no perderá, y en cuanto a su nueva afición, en la logia Patria Nueva, se convertirá en su forma de vida.
"Durante la República había unos 5.000 masones en España", cuenta Sanpedro, "no eran muchos, pero la crema y nata del republicanismo pertenecía a una logia u otra; en torno a un tercio de los 500 diputados de las cortes de 1931 eran masones". Este especialista en estudios de masonería valenciana lleva años detrás de la figura de Tejero. De hecho, ya escribió un libro en que trataba tangencialmente su figura, La masonería valenciana i les lotges accidentals durant la Guerra Civil.
El militar republicano escala rápidamente la jerarquía masónica. En 1933, dos años después de que el Gobierno de la República lo mande a Valencia de subjefe de la Guardia Municipal, accede a la denominación de Venerable Maestro de la logia. Es un gran ascenso, pues además alcanza el cuarto grado de masón y accede al Capítulo de Caballeros Rosacruces, un ente superior reservado a los privilegiados. Tan solo dos años más tarde, en 1935, formará parte del Consejo Permanente de la Gran Logia Simbólica de Levante, de enorme prestigio.
"En el año 1936 ya estaba bastante claro que iba a haber un golpe militar en España", explica Sanpedro. El Frente Popular había ganado las elecciones de febrero, pero Azaña apenas podía esquivar la tormenta prebélica. En abril, el presidente del Consejo de Ministros manda una compañía de guardas urbanos comandada por Tejero a A Coruña, a mantener el orden en las calles amenazado por los golpistas. Pocas semanas después, el general Francisco Franco se alza en rebelión con sus tropas y Tejero y sus hombres, sorprendidos en A Coruña, se lanzan a defender el Gobierno Civil de la ciudad. Seis días más tarde, el 25 de julio de 1936, muere fusilado tras gritar a sus captores: "Ahora, fuego". El comandante Quesada y el joven gobernador Francisco Pérez Carballo corren la misma suerte. A la mujer de este último, embarazada, la violarán y matarán los nacionales pocas semanas después. Se cumplen ahora 78 años de su muerte, las primeras víctimas de la Guerra Civil.
Fuente: Agencias.