Las huellas madrileñas de la Masonería no están ocultas, pero tampoco suelen aparecer en las guías turísticas. Porque como se suele decir, esta logia no es una asociación secreta, sino discreta. La masonería surgió en la Edad Media y sigue aun viva y pujante, en un momento presumiblemente dulce, porque por primera vez en mucho tiempo, no está perseguida ni penada. Muchos políticos en activo se declaran masones, y de hecho el Gran Maestro de la Logia Española es un diputado de las Cortes. Al contrario de lo que comúnmente se cree, no se trata de una secta ni de una religión con objetivos conspiratorios, sino de una asociación fraternal dedicada al debate. Todo el secretismo derivado de sus ritos proviene de la época en la que estaba prohibida este tipo de asociación
Los orígenes de la masonería provienen de los gremios de constructores de catedrales de la Edad Media, aunque sus símbolos y tradiciones podrían haberse originado en el Antiguo Egipto. Por ello, el mejor lugar para comenzar la ruta en el Templo de Debod (Paseo de Rosales s/n). La masonería toma muchos de sus símbolos de la cultura del Nilo, como por ejemplo, el ojo de Horus, así como los tres grados: aprendiz, compañero y maestro. El mito fundacional de la masonería, el asesinato del arquitecto del templo de Salomón, Hiram Abid, a manos de sus compañeros, está también presente en la mitología egipcia. El símbolo clave de la masonería, el triángulo, responde a las tres virtudes básicas de la masonería: belleza, sabiduría y fuerza. También representan sus tres enemigos: la religión, el estado y la monarquía. No es de extrañar que fueran perseguidos por casi todo el mundo desde su fundación.
En el Templo de Debod, el discreto monumento de Egipto del que disfrutamos en Madrid, tiene en algunos de sus muros interesantes inscripciones en las que se pueden observar a dioses y faraones cogidos de la mano, una "cadena de unión" que los masones han heredado y representa la fraternidad.
La segunda parada es el Hotel de Santo Domingo (Plaza de Santo Domingo, 13) un hotel con encanto que esconde un truculento secreto. Bajo sus agradables y hogareñas paredes estuvo el primer tribunal de la Inquisición, asunto que la actual dirección no tiene ningún deseo de ocultar - el restaurante se llama "Inquisición". La vicedirectora resalta que en la conversión del edificio, de apartamentos a un hotel, se ha respetado todo lo posible. En este edificio, que albergó el tribunal que tanto persiguiera a la masonería, también se encontró en la reconstrucción una logia masónica. Esto se puede saber porque la planta de los lugares de reunión de las logias responde a un esquema rígido característico.
La primera logia de España fue una de las primeras del mundo, fundada por el Duque de Wharton en 1728 en el Hotel las Tres Flores de Lis, que ahora estaría en plena Gran Vía. La tranquilidad le duró poco a los primeros masones, puesto que ya en 1751 fueron prohibidas sus reuniones. Aquí comienza la leyenda negra que los relaciona con el satanismo y la herejía. El ministro de Fernando V, el Marqués de la Ensenada, comienza su persecución. Esta es la época en la que se sitúa la novela de Giner, en el período de introducción y temprana represión de los masones.
Los grandes enemigos de la Logia eran los jesuitas, y fue un miembro de la Compañía de Jesús el primero que se infiltrara en la organización para denunciar a sus componentes.
La siguiente parada es el Ateneo (c/ Prado 21), un lugar de reunión muy popular entre los masones decimonónicos y hoy importante por su simbología. El objeto de nuestra atención será el techo del Salón de Actos, un precioso fresco de Antonio de Mélida de un estilo increíblemente moderno para su época. Los símbolos abundan, y todos ellos hallan su significado en el imaginario masón. Una especie de dios asexuado es centro de la composición, situado sobre una escalera de siete escalones, número mágico que se corresponde con el de la creación del mundo por parte del Gran Arquitecto del Universo. El Gran Arquitecto se encuentra dentro de una estructura compuesta por dos columnas que representan la fuerza y la belleza y coronada por un triángulo y un cenotafio (una urna para las cenizas de un muerto). En el fresco hay dioses griegos, esfinges egipcias y gárgolas góticas, revelando las múltiples influencias del pensamiento masónico, que le dan al fresco un aire ciertamente pagano...
La penúltima parada es el cementerio de San Isidro (Paseo de la Ermita del Santo s/n) un camposanto cristiano donde existe una tumba, no sólo completamente laica, sino presumiblemente masona. Es un hermoso templete de Alejandro Lasalle en el que lo primero que llama la atención es que no hay ni una sola cruz. Coronándolo hay un cenotafio como el que ya vimos en el fresco del Ateneo. A cada lado de la puertezuela hay una columna en cuyo capitel brotan unas granadas, fruto que representa la expansión de las semillas de la doctrina por el mundo. Pero el detalle que le da un aire definitivamente distinto a esta tumba, y que hace que no pueda pasar desapercibida entre tanta lápida católica, son las dos largas hojas de acacia grabadas en las jambas del edificio. La acacia es la madera en la cual se construyó el arca de Noé, material incorruptible según se cuenta. Es también uno de los más importantes símbolos masones.
Otro detalle curioso es que el fallecido es cuñado de Canalejas, también enterrado en ese cementerio. José de Canalejas no fue masón, aunque si que lo fueron muchos hombres ilustres de la Historia de España, como Sagasta, Benlliure, Espronceda o Azaña.
La última parada en el restaurante "La Capilla de la Bolsa" (Calle de la Bolsa 12). este modernísimo restaurante, recientemente renovado, está construido sobre la antigua ermita templaria de la Santa Cruz. En el siglo XVIII se convirtió en el lugar de reuniones de una de las primeras logias españolas. Un excusa perfecta para acabar aquí el recorrido y disfrutar de una buena comida.
Fuente: Agencias.