En el centro de Artemisa, en la calle República, se encuentra ubicada la histórica logia fundada en 1922. Foto: Agustín Borrego |
Con mucha discreción José (Pepe) Suárez se lo había comunicado, pues en ese entonces (1952-53) Pez Ferro era el Perfecto Guía de la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad (AJEF) y la representaba ante la logia; por eso tenía la llave del local.
“Los miembros de la célula central, a través de Pepe, fuimos citados —expresó Pez Ferro—; no sabíamos exactamente de qué se trataba. Como yo tenía que preparar las condiciones, me lo informó.
“Propusimos que el encuentro se hiciera en el templo masónico, donde se daban las reuniones, tanto de la masonería como de los AJEF; no lo usábamos para las que sosteníamos normales, esas se realizaban en la salita para que todo pareciera como algo natural. El templo del cual yo también tenía llave.
“Cuando llegó Fidel, apagamos todas las luces y dejamos encendidas las del ara masónica (una mesita triangular con tres bombillitos, uno en cada punta). Fidel estaba acompañado por Pastorita Núñez. Yo no recuerdo haber visto a más nadie. Eran más o menos las nueve de la noche de un día de fines de 1952 que nadie puede precisar”.
Desde la tranquilidad de su apartamento, en un céntrico edificio del Vedado, y a más de 61 años de aquel histórico suceso, Pez Ferro, con prodigiosa memoria, mira al pasado que lo unió por siempre en la historia de la patria a los valientes artemiseños que participaron en los ataques a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Desde el primer día
El 10 de marzo de 1952, cuando se produjo el golpe de Estado por el general Fulgencio Batista, Pez Ferro tenía 17 años de edad y era alumno de 4º año en el Instituto de Segunda Enseñanza de Artemisa.
En los primeros tiempos, viajaba desde Candelaria, donde residía con su familia, hasta que el padre decidió mudarse para Artemisa a fin de facilitar los estudios de sus hijos. La casualidad lo llevó a radicar en La Matilde, sitio que con el devenir de los años quedaría inscripto como barrio de héroes.
“Vivíamos a tres casas de Ramiro Valdés; Ciro Redondo y Julito Díaz también residían por allí; frente por frente a mi hogar estaban el de Rosendo Menéndez, primo de Ramiro, y el tallercito para coger ponches, propiedad de Santana.
“Pepe Suárez, quien también vivía en las cercanías, sabía que teníamos una actitud y posición claras en relación con Batista, y contactó con nosotros. Por eso los primeros integrantes de la célula éramos de La Matilde. Para mí era una propuesta que se ajustaba a mi forma de pensar y de actuar”, rememoró.
En ese entonces, Pez Ferro era activista del presidente de la Juventud Ortodoxa en Artemisa, además de dirigente de la Asociación de Estudiantes.
“Desde el primer día del golpe nos destacamos en la lucha contra Batista: participamos en numerosas manifestaciones, mítines de repudio y huelgas en el Instituto”.
El joven delgado, de tez mulata y ojos achinados, entonces dirigente de la organización juvenil de la logia masónica, recuerda que a esta entraban los muchachos desde los 16 años hasta los 21; pero no eran masones, sino que “les iban induciendo las ideas de la masonería, y cuando terminaba ese período en la AJEF, si querían podían iniciarse en esa fraternidad”.
En ocasiones, Pez Ferro invitaba a sus compañeros a estudiar allí, “porque yo entraba y salía de aquel local por derecho propio. Eso es lo que determina que pudiera prepararlo para la reunión con Fidel”.
Es precisamente en ese lugar donde se reunían los miembros de la célula central del movimiento, dirigida por Pepe Suárez. “A ella pertenecíamos nueve o 10 compañeros, entre los que nos encontrábamos Ciro Redondo, Ramiro Valdés, Julito Díaz, Vero Rosell…
“El movimiento estaba organizado en células, cada uno de los miembros de la central tenía a su vez una que no tenía nada que ver con las de los otros compañeros. Existía un estrecho sistema de compartimentación. En mi célula nunca hubo muchos; estaban Guillermo Granados, Fidel Labrador y Ramón Callao, entre otros”.
En la logia se tomaban precauciones. Trataban de ser breves, sin hacer mucho ruido, para evitar problemas. Por suerte, ninguno de los dirigentes se apareció durante una de ellas, que ocurrían de tiempo en tiempo, siempre pasadas las ocho de la noche.
Fructíferos encuentros
A lo largo de la preparación, entre los tres últimos meses de 1952 y los primeros seis de 1953, los principales dirigentes del movimiento en Artemisa sostuvieron encuentros con Fidel y Abel Santamaría.
Fue con este último con quien tuvo Pez Ferro el primer contacto:
“La entrevista fue en Prado No. 109. Abel nos explicó cuál era el objetivo, el propósito del movimiento. Enfatizó en que no solo era la necesidad de cambiar el régimen de dictadura, sino de erradicar el carácter corrupto y entreguista no solo del Gobierno de Batista, sino de todos los anteriores. Se quería instaurar un gobierno nuevo que transformara la sociedad cubana y diera un verdadero beneficio al pueblo.
“Recuerdo que durante la conmemoración por el centenario del natalicio de José Martí, una de las profesoras del instituto organizó lo que llamaban un seminario martiano, que era una asignatura extracurricular y el que quería iba: yo fui uno de ellos.
“Incluso, en Artemisa había una emisora de radio, y entre los alumnos que más nos interesábamos en lo relacionado con Martí, organizamos un programa radial; así que es verdadque carecíamos de experiencia política, pero éramos patriotas.
“Como responsable de divulgación de la Juventud Ortodoxa, sabía que lo que estaba claro ante la opinión pública cubana era que el Partido Ortodoxo ganaría las elecciones. Confiábamos en que íbamos a lograr un gobierno mejor. Por eso todos estábamos llenos de una esperanza nueva, y el golpe de Estado acabó con ella”.
Ramón Pez Ferro recordó que el encuentro con Fidel Castro se realizó en el templo masónico, del cual él tenía la llave. Foto: Eddy Martin |
Con Fidel en la logia
“A Fidel lo conocí en la casa de Pepe Suárez, quien nos presentó, luego de una visita a la región de Pinar del Río.
“La impresión que recibí de él fue agradable; Fidel es una persona carismática. Me saludó con mucho afecto. Expresó su satisfacción con lo que se hacía en Artemisa; nos dio aliento y nos dijo: “Hay que seguir preparándose, hay que profundizar en los entrenamientos. Yo me marché. Esa impresión, ese contacto primero con Fidel, lo tengo muy presente también”, rememoró.
Ramón Pez Ferro, como todos sus compañeros, tenía conciencia de lo cuidadoso que debía ser en la reunión que se iba a celebrar en la logia con Fidel, quien para entonces era conocido. Se había destacado por sus denuncias al Gobierno de Carlos Prío y el recurso que presentó ante el Tribunal Supremo contra el golpe de Estado.
Bajo la escasa luz proveniente del ara masónica, los futuros asaltantes escucharon las palabras de su líder. Fidel, después de reafirmar su satisfacción por cómo marchaban las cosas en Artemisa y en todo el país, expresó que debían estar preparados para el momento decisivo.
“Nos volvió a hablar de los objetivos del movimiento, de su carácter político-ideológico y de las ideas políticas que se iban a poner en práctica. Ratificó su confianza en nosotros y subrayó que era una obra puramente voluntaria, y esperaba que mantuviéramos la firmeza de siempre. Los compañeros hicieron algunas preguntas, no recuerdo cuáles, y él las aclaró. Fue una reunión breve”.
A la altura de tantos años, asegura que nadie tiene claro todo lo que dijo Fidel en aquellos momentos; pues allí no se escribió nada. “Sí recuerdo los temas de los que habló, porque eso nos llegó muy adentro.
“El último contacto con Fidel fue poco antes de la acción, en la casa de Abel, donde aseguró que el movimiento estaba muy adelantado, que las cosas habían estado marchando bien, y nos halagó porque se veía que el movimiento en Artemisa estaba bien organizado. Señaló sentirse satisfecho de lo que habíamos hecho.
“Nos orientó que estuviéramos preparados porque próximamente iba a haber un entrenamiento de más envergadura, el cual duraría dos o tres días. Nos iban a avisar; debíamos crear condiciones en las casas para evitar cualquier situación que perjudicara la discreción hasta ese momento mantenida”.
Para entonces, ya los muchachos de Artemisa, que emplearon como centro principal de conspiración la Logia Evolución —aunque no fue el único—, se encontraban dispuestos a dar sus propias vidas por derrocar al tirano Fulgencio Batista.
Fuente: Agencias.