Hijo de don José Lugardo Gómez de la Vara y de doña Josefa Martínez y Farías, ambos españoles, nació el 14 de febrero de 1781 en Guadalajara, Jalisco. Estudió la carrera de medicina, en la que se recibió en 1807. Pasó a ejercer su profesión a Aguascalientes, en donde inició su actividad política al ser elegido regidor del ayuntamiento; poco después fue electo diputado a las Cortes españolas en 1820; sin embargo, prefirió sumarse a la causa independentista, para lo cual organizó en tierras hidrocálidas un batallón y puso sus propios recursos personales al servicio del movimiento emancipador.
Al declararse la independencia mexicana, Gómez Farías fue elegido diputado al primer congreso mexicano en 1822. Ahí presentó ante el Congreso la propuesta para elevar a Agustín de Iturbide al trono de México, exigiendo que la nación asumiera la forma de gobierno de una monarquía católica, constitucional y hereditaria. Al disolver Iturbide el Congreso, se convirtió en su opositor y luchó por el establecimiento de una república con el Plan de Casamata. Posteriormente formó parte del primer Congreso Constituyente en 1824, en el que destacó por sostener ideas liberales y por apoyar el federalismo. Desde entonces trabó amistad con el general Antonio López de Santa Anna.
Envuelto en el intenso y confuso panorama político de los primeros años del México independiente, Gómez Farías fue senador por Jalisco y secretario de Hacienda en la presidencia de Manuel Gómez Pedraza en 1833. El 30 de marzo del mismo año, mediante pacto entre los yorkinos, fueron electos Santa Anna y Gómez Farías como presidente y vicepresidente de la República, respectivamente. Sin embargo, Santa Anna se negó a tomar posesión de su cargo alegando padecer ciertos “males” (que en realidad eran “retiradas estratégicas” para no enfrentar problemas), los que usaría de pretexto a lo largo de su trayectoria política, en su lugar, Gómez Farías ocupó la presidencia varias veces durante algunos meses: del primero de abril al 16 de mayo de 1833; y volvió a asumirla del 3 de junio al 18 junio, y del 3 de julio al 27 de octubre del mismo año, y del 15 de diciembre de 1833 al 24 de abril de 1834.
Instalado en la presidencia que dejaba temporalmente Santa Anna, y acompañado por un colaborador e ideólogo liberal de la talla del Dr. José María Luís Mora, Gómez Farías intentó llevar a cabo muchas reformas políticas y sociales fundamentales para el país, lo que le acarreó muchos conflictos. Inspirado por la democracia norteamericana, consideró que para llegar a asumir esa forma de gobierno y caminar hacia su prosperidad, México arrastraba dos lastres que obstaculizaban su progreso: la Iglesia y el ejército. Fue así que emprendió reformas legales para enfrentar el poder de ambas corporaciones e instaurar un gobierno democrático y republicano.
El programa político que impulsaron Gómez Farías y Mora tuvo los siguientes propósitos: libertad de culto, separación de la Iglesia y el Estado, abolición de los privilegios del clero y el ejército; destrucción del monopolio del clero en la educación pública, supresión de las instituciones monásticas y de las atribuciones del clero en materia civil, como en el caso de los matrimonios; distribución de las tierras del clero, poseedor principal de la propiedad raíz, para aumentar el número de propietarios territoriales y promover la actividad económica; enajenación de los bienes del clero para pagar y consolidar la deuda pública; y liberación de los agricultores de la obligación civil de pagar el diezmo y desaparición de la obligatoriedad civil de los votos eclesiásticos.
Asimismo: secularización de las misiones de California, confiscación de las posesiones de los misioneros filipinos y subasta de los bienes de los misioneros de San Camilo; nacionalización de las propiedades de los descendientes de Hernán Cortés para ser empleados en la educación; disolución de los cuerpos del ejército que se habían rebelado y creación de una milicia nacional con ciudadanos, organizada por los Estados de la federación; mejoramiento de los grupos indígenas, educación de las clases populares, absoluta libertad de opinión, supresión de las leyes represivas de la prensa (las que habían sido establecidas por el presidente Anastasio Bustamante) y abolición de la pena capital en los delitos políticos.
Estos objetivos políticos los intentó obtener Gómez Farías mediante la primera reforma a la Constitución de 1824 realizada el 19 de octubre de 1833, así como la expedición de varias leyes y decretos; uno de los cuales suprimió la Universidad Pontificia de México y estableció la Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios de la Federación; de igual modo fundó el Establecimiento de Ciencias Médicas, que después sería la Facultad de Medicina y promulgó una ley para organizar la Biblioteca Nacional.
Además, solicitó al Papa que redujera el número de días festivos.
Su programa, que algunos han llamado “la primera reforma”, provocó graves enfrentamientos con los sectores afectados (los conservadores le pusieron el mote de “Gómez Furias”) y hasta rebeliones como la de Ignacio Escalada que el 26 de mayo de 1833, se levantó en armas en Morelia, Michoacán, con la bandera de "Religión y Fueros". Al regresar al poder, Santa Anna desconoció la obra de los yorkinos, y el 16 de mayo de 1834 derogó este primer intento de reforma con excepción de la parte relativa a los diezmos y echó del gobierno a Gómez Farías.
Así fracasó la primera reforma que pretendió reducir el número de conventos, destruir el monopolio educativo del clero y privar de su propiedad a sus corporaciones. La segunda reforma tendrá lugar hasta el Plan de Ayutla, y las leyes de Lafragua, Lerdo e Iglesias. La tercera la realizará en Juárez en 1859. Ya no la verá Gómez Farías, indiscutible iniciador de la reforma.
En 1835 Gómez salió desterrado del país, ahí residió en Nueva Orleáns, en tanto en México se instauraba el centralismo mediante la constitución llamada de las Siete Leyes. En un episodio oscuro de su biografía, ayudó a la independencia de Texas. En 1838 regresó al país, y tiempo después fue nuevamente desterrado, acusado de participar en una conspiración federalista promovida por el general Urrea. Pasó por Nueva York, Yucatán y otra vez Nueva Orleáns, de donde regresó en 1845.
El 6 de diciembre de 1846, volvió a colaborar con Santa Anna, al ser nombrado vicepresidente por el Congreso y ante la ausencia, otra vez, del presidente Santa Anna que dirigía la guerra contra los Estados Unidos, volvió a ocupar la presidencia de la República el 23 de diciembre siguiente. Desde este cargo restauró la Constitución federal de 1824 e intentó obtener recursos para financiar la guerra mediante un decreto de expropiación de los bienes de la iglesia por quince millones de pesos, lo que provocó el 17 de febrero de 1847 la rebelión de los batallones “polkos”, comandados por Matías de la Peña Barragán, Salas y otros oficiales surgidos de las clases acomodadas, llamados así porque eran aficionados a bailar la polka y porque con su rebelión favorecían al presidente norteamericano Polk, quienes para defender la causa eclesiástica, con el grito de “¡Muera Gómez Farías!” “¡Mueran los Puros!”, lograron que Santa Anna regresara a la capital y destituyera a Gómez Farías el 21 de marzo de 1847.
Fue otra vez diputado y se opuso en 1848 a la firma de los tratados de paz con los Estados Unidos. En un mensaje escrito a sus hijos, señaló: "La venta infame de nuestros hermanos está ya consumada, Nuestro Gobierno, nuestros representantes, nos han cubierto de oprobio y de ignominia."
En 1850 se nominó sin éxito como candidato a la presidencia de la República.
En 1854 se unió al Plan de Ayutla, y al año siguiente presidió la Junta de representantes del plan. Al triunfo de la revolución de Ayutla, fue diputado por Jalisco al Congreso Constituyente, presidió sus sesiones y juró la Constitución de 1857. Zarco refiere que la ceremonia tuvo un momento de emoción profunda cuando el presidente del congreso, Valentín Gómez Farías, "patriarca de la libertad de México, prestando el apoyo moral de su nombre y de su gloria al nuevo código político, viejo y enfermo, se levantó de su escaño y ayudado por varios diputados, llegó al centro del salón, se arrodilló delante del evangelio y juró la nueva Ley. Después, todos, de pie y con el brazo extendido, respondieron a la pregunta de si juraban reconocer, guardar, y hacer guardar la Constitución con un enérgico y uniforme: ¡Sí, juramos!”
Guillermo Prieto también describe ese momento: “Aquella aparición produjo un efecto extraordinario; medio siglo de sacrificio y gloria resucitaron en aquel anciano para dar testimonio del triunfo del pueblo. Una vez que estampó su firma, exclamó: Este es mi testamento.”
En esa época magnífica del liberalismo mexicano, se le llegó a llamar a Gómez Farías el “Padre de la Reforma”.
Justamente durante la guerra de reforma acaeció su fallecimiento el 5 de julio de 1858 en la ciudad de México. Al morir el clero le negó el derecho a ser sepultado en campo santo y por eso su cadáver fue inhumado en una huerta de su propiedad. Cuando se pudo fueron trasladados sus restos al panteón de Santa Paula.
El 24 de marzo de 1868 el Congreso de la Unión declaró benemérito de la patria a Valentín Gómez Farías, cuyo nombre se inscribió en el Salón de Sesiones del H. Congreso de la Unión.
En julio de 1933 sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres en la capital de la República.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO