En un nuevo templo sito en algún lugar no revelado de A Coruña, los masones gallegos han dado hoy un gran paso para seguir ascendiendo en la escala de 33 grados en los que se articula la masonería filosófica con la constitución de un Capítulo Rosa Cruz, la llave para acceder a los niveles superiores de la carrera. “La masonería vive un momento muy bueno en Galicia”, explica Jesús Soriano, Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33 y Último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España, máximo responsable de la masonería filosófica española y cabeza de un Consejo con dos siglos de historia, el tercero más antiguo del mundo.
Cabe preguntarse por qué una institución que tiene por principios la libertad, la igualdad y la fraternidad protege a sus miembros con el escudo del secreto en un país en el que el derecho a expresar y difundir pensamientos, ideas y opiniones está recogido en la Constitución. Pero lo cierto es que, cuando uno se reúne con masones, la palabra “discreción” se pronunciará en algún momento de la charla. Por eso, al dar esta noticia podemos revelar el qué pero no el quién ni el dónde. “No somos una asociación secreta, sino discreta, y la prueba es que estamos legalmente constituidos como una asociación sin ánimo de lucro, tenemos nuestro CIF, estamos presentes en las redes sociales, tenemos página web… cualquiera que quiera ponerse en contacto con nosotros puede encontrarnos fácilmente”.
El buen momento de la masonería en Galicia no se mide en términos cuantitativos –suman 50 o 60 hermanos–, sino en términos de calidad: “Aquí hay muy buenos masones”, asegura Soriano. De ahí la necesidad de articular en la comunidad un Capítulo Rosa Cruz, ”ya que en una Logia Capitular de Perfección sólo se puede trabajar hasta el grado 14”. Con la entrega de la carta patente de la Rosa Cruz, los masones gallegos pueden seguir avanzando en su formación sin necesidad de desplazarse a Madrid, como ocurría hasta ahora.
Y son muchos ya los que están llamando a las puertas de este nuevo círculo masónico: “Hemos constituido el Capítulo Rosa Cruz con siete hermanos, pero en la primavera se integrarán otros miembros de toda Galicia y creemos que en dos o tres años podremos tener aquí una Cámara de Caballeros Kadosh”, adelanta Soriano. “El Caballero Kadosh –el escalón 30– es el grado iniciático más alto que se puede llegar, porque los tres últimos son grados administrativos”, aclara. Entre los Kadosh hay ya en estos momentos un gallego.
“Desde el siglo XIX no ha habido un Capítulo Rosa Cruz en Galicia”, explica Carlos Pereira, historiador y miembro del nuevo cuerpo. Actualmente funcionan en la comunidad cuatro logias, de las cuales dos se ubican en Santiago, una en Vigo y otra en A Coruña, todas por el rito escocés. Gozan de buena salud y tienen el futuro asegurado, ya que la media de edad de no supera los 40 años.
La masonería gallega tienen a sus espaldas una tradición de dos siglos: “El año que viene se cumplen 200 años de la fundación de la primera logia masónica en Galicia, la Logia Constitucional de la Reunión Española, con sede en A Coruña”, recuerda Pereira. Un pasado del que no quedaba ni rastro cuando en 1987 se volvió a poner en marcha la actividad de los masones en la misma ciudad tras el parón de la dictadura.
La reconstrucción es fruto de un trabajo de años en los que los hermanos han tenido que volver a levantar desde los cimientos una institución arrasada por cuatro décadas de franquismo que bajo la marca escarlata del “contubernio judeo-masónico” se afanó en purgar todo elemento sospechoso de simpatizar con esta filosofía. “Hubo 6.000 procesos contra masones, cuando sólo había en aquel momento unos 4.000 en España. Se utilizó esta acusación para eliminar gente”, explica Soriano. “El problema de nuestra democracia es que todavía no se nos ha pedido perdón, y estamos luchando para que se nos reconozca públicamente como gente honrada que ha hecho mucho por España”, reclama.
El estigma con el que fueron marcados por el régimen todavía pesa en su reputación hoy. “Es poco conocido y no hay ningún interés en que se sepa que los fundadores de la Real Academia Galega eran masones”, apunta Carlos Pereira. Curros Enríquez, Fontenla Leal, Carré Aldao, Lugrís, Portela Valladares, Luís Seoane, Leiras Pulpeiro, o destacados políticos como Manuel Becerra y Romero Ortiz, entre una larga lista de ilustres gallegos, fueron miembros de logias, casi todos abiertamente. “El galleguismo y la corriente nacionalista gallega no se entenderían sin la aportación de los masones”, apostilla Antonio Carro, quien desde hoy ostenta el cargo de Muy Sabio Maestro del Soberano Capítulo de la Rosa Cruz "Antonio Romero Ortiz" 317.
De vez en cuando, la palabra “masón” aparece asociada al nombre de personas bien conocidas. Haberlos haylos. “Políticos e incluso sacerdotes”, revela Soriano. Y hasta ahí puede leer. Un pacto de silencio preserva el anonimato de los hermanos. Si se le pregunta por el grado de influencia política que puede tener la masonería hoy, responden rotundamente que “ninguna”. “Los masones tratamos de contribuir a que la sociedad sea lo más justa, equitativa y democrática posible formándonos como mejores ciudadanos, pero desde luego no somos un lobby”.
Fuente: Agencias.