INTRODUCCIÓN
Se pudiera afirmar que existe mucho escrito (aunque no lo suficiente)
sobre la masonería y el papel de los Masones en dos etapas de la historia de
México: La primera , en la Guerra de Independencia, en su consumación y en
aquella etapa de consolidación de la República y; la segunda, en la Guerra de
los Tres Años o de Reforma; así como en la posterior Guerra de Intervención
Francesa, la Lucha contra el Imperio y la Elevación de las Leyes de Reforma al
Rango Constitucional. Después, hay una especie de vacío histórico y no se habla
de la masonería ni de los masones más que de forma incidental, como si hubieran
dejado de tener un papel activo y determinante en el devenir histórico de
nuestra Patria.
Se menciona, en la importante etapa que corresponde a la Revolución
Mexicana, que el general Porfirio Díaz fue masón, que Madero también lo fue, y
que tal vez Carranza lo fue. Y hasta ahí. Pero buscando en la historia, se
descubre que no fue así de simple. Sí es cierto que la masonería y los masones
sufrieron una suerte de presiones políticas (gubernamentales) que impidieron se
manifestaran ante el régimen y el estatus quo como se manifestaron en aquel
decimonónico siglo y con la fuerza que los caracterizó. Pero de ninguna manera
permaneció la masonería ni los masones ajenos e inmutables al sistema
político-económico imperante durante el Porfiriato. Estuvieron concientes de
las desigualdades e injusticias del régimen y; su papel fue determinante para
definir en gran medida el tipo de nación que ahora somos.
EL PORFIRIATO
Después de casi
un siglo de guerras sangrientas y desgastantes contra extraños y entre
hermanos, en las que la Nación perdió muchos hombres, recursos financieros y
gran parte de su territorio y en las que además, se impidió el desarrollo
económico, los imperativos del gobierno en México eran: imponer la paz a toda
costa, constituir un orden (en lo legal y lo civil) y engarzarse a la dinámica
capitalista de algunos países europeos y de los Estados Unidos, para lograr el
progreso.
A finales del
Siglo XIX el gobierno del general Porfirio Díaz veía en los modelos económicos
de esos países la vía más viable para sacar a México de la pobreza y del atraso
en el que se encontraba; infortunadamente, en el devenir histórico mundial,
México, llegó tarde a ello e ingresó al paradigma del capitalismo cuando los
países dentro de esa corriente filosófico-económica ya estaban en una etapa más
avanzada y agresiva del mismo: el imperialismo despiadado.
Cabe anotar que
para implantar el sistema capitalista hay dos vías, en México, el gobierno
porfirista siguió la vía reaccionaria o “Junker”, la cual se caracteriza por la
implantación del sistema desde las cúpulas o clases altas. Por esta vía, los
terratenientes feudales conservan sus tierras y el poder y paulatinamente se
transforman en capitalistas; se niegan los cambios democráticos en lo político,
se crea un gobierno autoritario y se conservan las alianzas entre los
terratenientes y la burguesía. La otra vía, la “Farmer” o plebeya, y que no se
siguió en México, libera las fuerzas creativas y revolucionarias expresadas por
las masas en un proceso de transformación desde las clases sociales bajas hacia
las altas; implica esta vía el desplazamiento de los terratenientes feudales y
la desaparición del sistema económico feudal. El desarrollo económico por esta
vía impulsa la pequeña propiedad agrícola, esto es, a los rancheros o farmers.
La política
económica porfirista, eligió la vía Junker y; ésta, implicó un impulso del
capitalismo privilegiando por todos los medios la inversión extranjera, así
como el apoyo a las grandes haciendas que, con la figura jurídica plasmada en
las Leyes de Colonización y de Terrenos Baldíos, que sostenían el quehacer de
las compañías deslindadoras, se convirtieron en grandes latifundios
capitalistas.
De esta forma,
el gobierno se empeñó en fomentar y convertir a México en un país donde la
producción estaba inclinada hacia las exportaciones de materias primas
agropecuarias, minerales y petróleo. Poca atención se le dio a la
industrialización y al desarrollo de los mercados internos.
Consecuentemente,
las vías de comunicación estaban diseñadas para transportar los productos de
exportación a los puertos marítimos y a la frontera con Estados Unidos. En
cambio, las vías de comunicación para interconectar las diferentes regiones
geoeconómicas del interior del País eran casi nulas.
De 1877 a 1910, el producto
interno bruto creció a una tasa anual de 3.4% y pasó de 15,692 millones de
pesos a 47,054; mientras que la población crecía a un ritmo de 1.4%. La
producción, pues, crecía con mayor celeridad que la población. Estos datos
pueden crear una visión muy equivocada del Porfiriato, ya que a pesar de la
riqueza y el avance económico, el patrón de acumulación del capital era
bastante desigual. Los beneficios del sistema económico se concentraban en muy
pocas manos, se concentraban en un reducido número de terratenientes, de
empresarios y de comerciantes, de banqueros y de inversionistas extranjeros.
Las masas, vivían en la pobreza.
En esos años, la
población de México era de aproximadamente 13.5 millones de habitantes, de los
cuales once millones (81.48%) estaba integrada mayoritariamente por: 1).
Campesinos desposeídos de sus tierras y explotados en las haciendas o
refugiados en sus reservaciones y comunidades; 2). Por obreros explotados en
las fábricas y las minas y con salarios diferenciales y; 3). Por desempleados. Estos
sectores, no gozaban de los beneficios ni de la riqueza generada por el
sistema. Casi un Pareto perfecto.
Aunado a lo
anterior, la permanencia ininterrumpida en la presidencia de la República, en
los ministerios y en las gubernaturas, habían creado una gerontocracia que le
impedía a la joven burguesía acceder al poder. Para 1908, Porfirio Díaz tenía
77 año; los secretarios de Relaciones y de Justicia, tenían, cada uno, 82 años;
el de Guerra, 77; el de Hacienda, Limantour, 54 y era el más joven. El gobernador
de Tabasco tenía 76 años; el de Tlaxcala, 78; el de Michoacán, 75; el de Puebla
73; el de Guanajuato 68 y; el de Aguascalientes, 70.
ESTRATEGIAS PARA EL LOGRO DE LA
PAZ Y EL PROGRESO
Desde la óptica
porfirista, para que el país lograra la paz y el progreso material por la vía
elegida, no había más opción que atender “las muelles, no las leyes”, por lo
que había que “embridar a la Nación”. Esto lo logró Porfirio Díaz en un lapso
de doce años, de 1876 a
1888 y; consistió en el dominio simultáneo de lo que, él, denominó las “doce
riendas”: 1). Represión o pacificación; 2). Divide y vencerás con los amigos;
3). Control y flexibilidad con los gabinetes y los gobernadores; 4). Sufragio
inefectivo, sí reelección; 5). Domesticación del Poder Legislativo; 6).
Domesticación del Poder Judicial; 7). Doma de intelectuales; 8). Acoso a la
prensa; 9). “Pan y palo” con el ejército; 10). Política de conciliación con la
iglesia; 11). Gallardía en la política exterior y; 12). Culto a la personalidad.
Estas
estrategias de controles sectoriales permitieron mantener al estado y
culminaron con la conformación de un partido político único, con un gabinete
conformado por los llamados “científicos”, con gobernadores que prácticamente
eran empleados de la presidencia de la República, con la existencia de jefes
políticos incondicionales, con una policía rural represora y un ejército
minimizado pero adecuados para enfrentar a un pueblo ignorante y desarmado.
Además, Díaz contó con el apoyo de la iglesia católica, que mantenía sumiso y
enajenado al pueblo (la iglesia secundaba la “obra” pacificadora de Porfirio
Díaz: En el V Concilio Provincial Mexicano, celebrado en 1896, la iglesia
católica, por ejemplo, le ordena a sus fieles obedecer a las autoridades
civiles y; esa orden en aquellos tiempo y dirigida a un pueblo sumiso e
ignorante, se cumplía). En ese lapso de tiempo se hicieron célebres las frases:
“Mátalos en caliente”, “En política no tengo ni amores ni odios” o “Ese gallo
quiere su máis”, aplicables a diferentes manifestaciones de malestar o
inconformidades sociales y; fue después del logro de esas políticas que se
antepuso al nombre de Porfirio Díaz el “Don”.
INCONFORMIDAD SOCIAL
Pero a pesar del
aparato represivo, del control gubernamental y de la actividad enajenante de la
iglesia, hubo durante todo el Porfiriato manifestaciones de inconformidad, de
tal forma que la famosa “pax
porfiriana” no era tan pacífica.
Los descontentos
y manifestaciones de los sectores campesinos e indígenas explotados, desposeído
y despojados fueron brutalmente reprimidos por el gobierno federal y los
estatales. En el Noroeste, los yaquis se sublevaron en 1875 y; los mayos, en
1891. Y casi fueron exterminados. Los mayas, en la Península de Yucatán,
estaban sublevados desde mediados del Siglo XIX.
En 1877 hubo
rebeliones en la Sierra Gorda de Querétaro, en Hidalgo, en Guanajuato, en
Michoacán, en Guerrero, en Puebla, en Oaxaca, en Durango, en Coahuila y en el
mismo Distrito Federal. En 1878 se produjo un levantamiento en La Huasteca que
se reavivó de 1879 a 1881 en las Huastecas Potosina e Hidalguense. En 1882 hubo
levantamientos en Juchitán, Oaxaca; en 1884, en Papantla, Veracruz. En 1892,
las tierras del pueblo indígena de Tomochic fueron entregadas a la Chihuahua
Mining Company, por lo que sus habitantes se levantaron en armas y fueron
masacrados por las tropas porfiristas. Heriberto Frías consigna magistralmente
este hecho en su novela.
Los
levantamientos de campesinos e indígenas continuaron y en 1896 hubo nuevas
muestras de rebeldía en otra vez en Papantla y en Soteapan, Veracruz.
Por su parte,
los obreros, la nueva clase social que prácticamente había nacido durante el
Porfiriato y; que estaba integrada por trabajadores fabriles, por mineros, por
ferrocarrileros, por trabajadores portuarios y por petroleros, principalmente,
también se manifestaron contra el régimen y sufrieron la misma suerte que los
campesinos. De 1881 a 1911, hubo alrededor de 250 huelgas, las cuales estaban
prohibidas. A partir de 1905, las condiciones de explotación de los obreros se
agravaron y el número de huelgas aumentó. Son bien conocidas las huelgas de
Cananea, Sonora, en 1906 y; la de Río Blanco, Veracruz, en 1907.
La huelga de
Cananea fue muy significativa. La mina era propiedad de la Cananea Consolidated
Copper Company. Ahí se extraía cobre, metal altamente demandado por la
creciente industria eléctrica estadounidense. En la mina laboraban entre cuatro
y cinco mil obreros. El detonante de la huelga fueron los privilegios para con
los trabajadores estadounidenses frente a los mexicanos. Los mexicanos
realizaban los trabajos más rudos y recibían $3.00 al día en moneda nacional;
mientras que los estadounidenses realizaban labores más ligeras y recibían
$5.00 diarios en oro.
En la mina había
un grupo de obreros afiliado al Partido Liberal Mexicano (PLM), de Ricardo
Flores Magón. Ellos fueron agredidos por dos empleados norteamericanos, quienes
en la respuesta al ataque murieron. Para reprimir a los obreros mexicanos, el
gobernador de Sonora y el dueño de la empresa trajeron cerca de 300 “rangers”
de Estados Unidos, quienes junto con los guardias de la propia empresa
reprimieron a los obreros. Los líderes del movimiento huelguista y miembros del
Partido Liberal, fueron condenados a 15 años de prisión en el Castillo de San
Juan de Ulúa, ubicado en el Puerto de Veracruz.
LAS SOCIEDADES SECRETAS
Durante el
Porfiriato hubo varias sociedades e instituciones – digamos – secretas o, que
no siéndolo estrictamente, actuaron de forma velada en contra del régimen.
Algunas eran espiritistas, como la que acogió u organizó por algún tiempo
Francisco I. Madero. Otras, actuaban no tan abiertamente aunque algunos de sus
militantes sí lo hicieron, fue el caso de la Iglesia Metodista. Algunos
pastores protestantes de esa iglesia, por ejemplo, se integraron finalmente al
zapatismo en defensa del campesinado mexicano. Y, obviamente, otra sociedad fue
la masonería y los masones.
La masonería, y
los masones principalmente, ante el estado de cosas durante el Porfiriato, no
permanecieron inmutables. Infortunadamente, las condiciones para con la
masonería a finales del Siglo XIX y a principios del XX ya eran muy diferentes
a las existentes a principios y a mediados del Siglo XIX.
Y es realmente
cierto que tanto la masonería como el clero católico influyeron poderosamente
en la vida política de México desde el Movimiento de Independencia hasta la
Elevación al Rango Constitucional de la Leyes de Reforma. Al triunfo de los
liberales, la masonería prácticamente determinó las tendencias ideológicas que
definieron el tipo de Nación que el Porfiriato heredó.
Pero durante el
Porfiriato, de finales del Siglo XIX a inicios del XX, las logias, como
masonería, fueron perdiendo aquel poder político que las caracterizó a inicios
y mediados del Siglo XIX y; paulatinamente el clero empezó a recuperar parte
del poder que perdió en la República Restaurada. Esto, en gran medida se debió
a la obsesión por constituir un orden y lograr la paz y el progreso a como
diera lugar. En ese tenor, Porfirio Díaz, pensaba que se tenían que redefinir
las relaciones entre el Estado y la iglesia; así como controlar la actuación de
las logias masónicas, ya que su relativa independencia y secreto, eran un
obstáculo que podía oponerse precisamente a su política pacificadora y económica.
Así que, con la
iglesia, el gobierno porfirista adoptó una política laxa en la aplicación de
los preceptos constitucionales, pero sin derogar las leyes heredadas de los
liberales de la Reforma, casi todos masones. Por lo tanto, las leyes que
normaban a la iglesia se obedecían, pero no se cumplían a cabalidad. Esta
política conciliadora le generó a Díaz enfrentamientos con la masonería y sus
líderes, principalmente con Ignacio Manuel Altamirano, con una arraigada
tradición liberal y que veía a Porfirio Díaz como a un traidor a la
Constitución de 1857, a las Leyes de Reforma y a los principios y valores
masónicos.
Pero
para Porfirio Díaz, era la masonería la que tenía que subordinarse al poder del
gobierno y a sus políticas conciliadoras y económicas.
Desde su ascenso
al poder, Porfirio Díaz contó con el apoyo de los masones del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado y con la oposición del Rito Nacional Mexicano. Estando Díaz
en el poder, los miembros del Rito Nacional Mexicano fueron acosados por el
régimen hasta que finalmente, su líder, José María Mateos, puso en marcha una
serie de medidas reconciliatorias que culminaron en 1877 con la decisión tomada
en una Gran Asamblea, de no intervenir políticamente con el mandato de Díaz.
Pero para
Porfirio Díaz eso no fue suficiente, había más ritos masónicos y todos ellos
debían sujetarse al Caudillo. Con esa meta, el 15 de junio de 1883, Porfirio
Díaz constituyó la Gran Logia del Distrito Federal y asumió el cargo de Gran
Maestro, lo cual promovió una migración de logias a esa nueva organización,
debilitando así a otras asociaciones masónicas, particularmente a las que
estaban jurisdiccionadas al Supremo Gran Oriente de los Estados Unidos
Mexicanos, dirigido precisamente por Ignacio Manuel Altamirano.
Finalmente, el
15 de febrero de 1890 se fusionan los
dos ritos masónicos más importantes de México: el Supremo Gran Oriente de los
Estados Unidos Mexicanos y el Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado para constituir la Gran Dieta Simbólica Escocesa de los
Estados Unidos Mexicanos, cuyo objetivo real fue centralizar y controlar la
actuación de las logias masónicas.
Los miembros de
la Gran Dieta eligieron a Porfirio Díaz como su Gran Maestro, pero al poco
tiempo, él, designó a Hermilo G. Cantón, su incondicional, para que la
dirigiera. De esta forma, la gran mayoría de las logias que se afiliaron a la
Gran Dieta perdieron su autonomía e ingresaron a ellas miembros totalmente
adherentes a Díaz, quienes le informaban de todos los pormenor acaecidos en las
reuniones, violando así el secreto.
De esta forma,
las logias en general, se convirtieron en lugares inseguros, con informantes y
delatores, en donde manifestar libremente las ideas filosóficas o
político-religiosas o; concertar y emprender acciones sociopolíticas en contra
del régimen, podía acarrear la represión.
Así las cosas,
el gobierno estaba seguro de que era imposible que las logias masónicas se
convirtieran en “nidos de conspiradores” que pudieran contribuir a una
revolución. Aunque hubo unas cuantas logias ligadas al liberalismo radical que
rehusaron afiliarse a la Gran Dieta. Las logias, pues, en general se
convirtieron en lugares en donde militaban tanto adherentes al dictador como
enemigos declarados del mismo, como Filomeno Mata o; futuros opositores del
régimen, como Librado Rivera.
Lo anterior
denota que hubo dos corrientes políticas en la masonería antes del Estallido de
la Revolución Mexicana: una, adherida mayoritariamente a la Gran Dieta y al
lado de Porfirio Díaz, colaborando con el estado de cosas y; la otra, la menos,
sin comulgar con su modelo económico ni con la política de reconciliación con
el clero católico, aunque sus miembros formaran parte de logias afiliadas a la
Gran Dieta o no.
El 31 de agosto de 1895, el general Porfirio Díaz renunció
a la Gran Maestría de la Gran Dieta y; ya sin su apoyo, Hermilo G.
Cantón no pudo controlar a la organización y dicha Gran
Dieta Simbólica desaparece en 1901. Pero las logias, infortunadamente, ya
estaban muy mermadas en cuanto a su autonomía, membresía y poder de
convocatoria.
Para esas fechas,
empezaron a surgir en la sociedad civil, organizaciones políticas públicas y
abiertas a la ciudadanía. Entonces, los masones, como ciudadanos, no
abandonaron el quehacer sociopolítico y; en esa etapa de la historia de México,
conformaron también clubes y partidos o; ingresaron a los ya existentes y en la
medida de las circunstancias históricas inculcaron en ellos los ideales
masónicos.
Librado Rivera,
masón reconocido, junto con los hermanos Flores Magón, Ricardo y Enrique, de
quienes se firma que también fueron masones, y otros más, constituyen en 1901
el Partido Liberal Mexicano (PLM), el cual hasta 1906 lanza su Programa de
Acción. Éste, incluía la suspensión de la reelección para presidente y
gobernadores, reformar algunos artículos, promover la educación pública; así
como dos puntos que afectaban los interese del clero: 1). Considerar a los
templos como negocios mercantiles obligados a llevar una contabilidad y pagar
impuestos y; 2). Suspender las escuelas administradas por el clero. Además, el
plan contemplaba otros puntos de carácter económico, social y laboral más.
Anterior a la
conformación del PLM, otros masones ya habían migraron de sus logias para crear
organizaciones políticas opuestas al régimen. En 1896, por ejemplo, fundaron el
Club Político Valentín Gómez Farías; en 1898, la Sociedad Patriótica Melchor
Ocampo y; en 1900, el Club Liberal Ponciano Arriaga, entre otras.
ESTALLA LA REVOLUCIÓN
El 2 de
septiembre de 1906, Ricardo Flores Magón se reúne en El Paso, Texas, con
Antonio I. Villarreal, Prisciliano G. Silva y otros miembros del PLM y emiten
una circular por medio de la cual se invita al pueblo mexicano a tomar las
armas para derrocar al dictador Porfirio Díaz, infortunadamente esta
convocatoria no tuvo el eco esperado.
El 24 de
septiembre de ese mismo año, Francisco I. Madero le niega apoyo y armas a
Prisciliano G. Silva, miembro del PLM, pero a pesar de la falta de apoyos, el
26 de septiembre siguiente este partido organiza una revuelta en Jiménez,
Coahuila; otra entre el 30 de septiembre y el 3 de octubre, en Acayucan,
Veracruz y; en ese último mes, en Camargo, Tamaulipas.
El 17 de febrero
de 1908, se lleva a cabo la entrevista Díaz-Creelman, en la que Porfirio Díaz
manifiesta tolerar la aparición de partidos de oposición y promete no
reelegirse en las próximas elecciones. Estas declaraciones promovieron la
creación e incremento de clubes y partidos en contra del régimen, empero el 30
de mayo siguiente, Díaz, anuncia que presentará nuevamente su candidatura a la
presidencia de la República.
Entretanto, el
PLM continúa promoviendo manifestaciones y revueltas en contra del sistema: el
24 y 25 de junio, en Viesca, Coahuila; al día siguiente, en Las Vacas,
Coahuila; el 30 de junio y 1 de julio, en Palomas, Chihuahua y; el 9 de agosto,
guerrilleros del PLM emboscan a topas federales en la Sierra del Burro, en
Coahuila.
En enero de 1910
aparece la 1ª edición del libro “La Sucesión Presidencial en 1910”, de
Francisco I. Madero. El 15 de abril siguiente, se funda el Partido
Antirreeleccionista.
En junio de ese
mismo año, ocurren las revueltas de Valladolid, Yucatán, encabezada por fuerzas
antiporfiristas locales y; en Cabrera de Inzunza, Sinaloa, Gabriel Leyva,
antirreeleccionista declarado, organiza un levantamiento. En julio, Santana
Rodríguez, miembro del PLM, se levanta en armas en el estado de Veracruz y; en
octubre del mismo año, aliado con las fuerzas de Cándido Donato Padua, se
enfrentan al ejercito porfirista.
El 5 de octubre
de 1910, Madero, promulga en San Antonio, Texas, Estados Unidos, el Plan de San
Luis, con el cual se convoca a la Nación a desconocer al gobierno de Porfirio
Díaz y a levantarse en armas para el domingo 20 de noviembre a las seis de la
tarde.
Y fue alrededor
del 20 de noviembre de 1910, fecha fijada para el levantamiento nacional
acordado en el Plan de San Luis, cuando ocurren los principales levantamientos
armados, por ejemplo, el 18 de noviembre los hermanos Serdán se enfrentan a la
policía en Puebla. El único líder que se levantó en armas el 20 de noviembre
fue Pascual Orosco, apoyado con dinero y armas aportadas por Abraham González,
quien también convocó a unirse al movimiento revolucionario a Francisco Villa.
En diciembre de
1910, el PLM apoya a Praxedis Guerrero y toman Casas Grandes, Chihuahua. En
enero de 1911, Mexicali es tomado por el PLM y; en febrero tropas de
Prisciliano G. Silva, toman Guadalupe, Chihuahua. El 14 de febrero, Madero
regresa de Estados Unidos y es recibido en la misma localidad de Guadalupe,
Chihuahua, y de inmediato ordena la detención de Prisciliano G. Silva. Debido a
esto y al proyecto ideológico maderista, el PLM, en su órgano informativo, el
periódico “Regeneración”, llama a Madero “traidor”.
El
distanciamiento entre Madero y los liberales se agudiza y el 17 de abril de
1911 varios dirigentes del PLM son desarmados por fuerzas maderistas.
El 10 de mayo de
1911, en contra de la voluntad de Madero, Pascual Orozco y Francisco Villa,
toman Ciudad Juárez, con lo que se precipita la dimisión de Porfirio Díaz.
Entre el 17 y 21 de mayo, se concretan los Tratados de Paz entre Madero y Díaz
en Ciudad Juárez. El 25 de mayo, Díaz, renuncia a la presidencia de la
República y el 31 sale exiliado rumbo a Francia.
El 13 de junio
de 1911, Madero organiza y envía una misión integrada por Juan Sarabia y Jesús
Flores Magón (hermano de Ricardo), con la intensión de hacer la paz
precisamente con Ricardo Flores Magón. Esta misión fracasa por considerar los
magonistas adheridos a Ricardo que Madero no era un verdadero revolucionario.
El 31 de julio
de 1911, en el “Diario del Hogar”, del PLM, se declaran inexistentes los
Tratados de Ciudad Juárez y a la “Revolución” traicionada. En agosto, Madero le
promete a Emiliano Zapata que si desarma a sus fuerzas la tierra sería
distribuida entre los campesinos inmediatamente después de ser electo
presidente. Zapata acepta las condiciones de Madero, pero pocos días después, Victoriano
Huerta ataca a los zapatistas desarmados y los masacra, por lo que Zapata se
levanta nuevamente en armas pero ahora contra Francisco León de la Barra,
presidente interino.
En octubre de
1911, Madero es electo presidente de México, el 6 de noviembre inicia su
gestión y las tierras no son distribuidas entre los campesinos. Así las cosas,
el 28 de noviembre los zapatistas promulgan el Plan de Ayala, en donde en
esencia se plantea el desconocimiento de Madero como presidente y se exige la
restitución de las tierras a los pueblos que habían sido despojados de ellas.
En diciembre de
1911, apoyado secretamente por los Estados Unidos, se subleva en Nuevo León, el
general Bernardo Reyes, masón adherente al derrocado régimen porfirista.
El 25 de marzo
de 1912, decepcionado por la entrega del movimiento revolucionario al
porfirismo sobreviviente, se subleva Pascual Orosco en contra de Madero. Orozco
había sido uno de los primeros en apoyar a Madero para derrocar a Díaz. Ante
esto, Madero le ordena a Francisco Villa combatirlo, pero Orosco lo derrota,
entonces Madero envía al general Victoriano Huerta a someterlo. Finalmente,
Orozco es derrotado por la acción conjunta de Huerta y Villa.
En julio de
1912, Díaz Soto y Gama y otros liberales, inician una campaña de organización
que en septiembre culmina con la fundación de La Casa del Obrero Mundial, la
cual con Álvaro Obregón jugaría un papel histórico determinante.
El 16 de octubre
de 1912, se subleva, en Veracruz, Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, e igualmente,
masón adherente al pasado régimen porfirista.
El 9 de febrero
de 1913, Huerta, Reyes y Díaz, en contubernio con el embajador de Estados
Unidos, Henry Lane Wilson, organizan un golpe de estado que inicia con la
sublevación las tropas acantonadas en Tlalpan y Tacubaya, D.F., y al cual se le
conoce en la historia de México como la Decena Trágica, El golpe culmina con el
asesinato de Madero y de Pino Suárez el 22 de febrero del mismo año.
El 26 de marzo
de 1913, Venustiano Carranza, publica el Plan de Guadalupe, en el que
esencialmente se plantean: 1). El desconocimiento de Huerta como presidente de
México y de los poderes federales de los gobiernos de los estados que lo
apoyen; 2). La formación del ejército constitucionalista y la designación de Carranza
como su jefe; 3). La designación de Carranza como presidente interino hasta el
triunfo de la Revolución y; 4). La promesa de convocar a elecciones al final de
la Revolución.
En marzo de
1914, Díaz Soto y Gama se une a las fuerzas de Emiliano Zapata y; en mayo, la
Casa del Obrero Mundial es cerrada por la policía de Victoriano Huerta, que a
su caída, sería reabierta.
El 21 de abril
de 1914 los Estados Unidos invaden Veracruz y el 15 de julio Huerta renuncia a
la presidencia y abandona el país.
Poco después de
derrocado Victoriano Huerta se definieron cuatro corrientes
ideológico-económicas: 1). Zapatismo: movimiento muy sólido ideológicamente,
que resistía los métodos del capitalismo salvaje, exigían una revolución social
para conservar sus ancestrales estilos de vida y trabajo basados en la tenencia
de la tierra 2). Villismo: identificado también con la tierra y orientado a la
mejora de las condiciones generales de vida de los pobres en su conjunto; 3).
Obregonismo: clasemediero y burgués con ciertas ideas sociales pero tendientes
a un capitalismo moderado y con la intención de empoderarse y; 4). Carrancismo:
conservador del sistema económico liberal burgués, apoyado por el ejército y la
antigua burocracia porfiriana; pero que al verse presionado por las demandas de
las tres primeras corrientes ideológicas se vio obligado a realizar ciertas
reformas sociales, pero sin tener la convicción de llevarlas a cabo.
Carranza, ante
la imposibilidad eventual de derrotar militarmente a los villistas y a los zapatistas,
convoca a una convención en la ciudad de México, pero Villa no acepta y
presiona para que se realice en un lugar neutral y se elije la ciudad de
Aguascalientes.
La convención se
reanuda el 10 de octubre de 1914 en Aguascalientes y; con la oratoria del
liberal Díaz Soto y Gama se imponen los principios zapatistas plasmados en el
Plan de Ayala. Los villistas y los zapatistas, aliados con una parte de los
obregonistas, deciden la renuncia de Carranza y nombran presidente de México al
general Eulalio Gutiérrez (de extracción villista). Carranza no acepta esa
decisión y parte rumbo al Puerto de Veracruz, en donde establece su gobierno.
Los carrancista
y los obregonistas evacuan la ciudad de México y el 24 de septiembre de 1914 y
entran las fuerzas villistas y zapatistas a la capital del país. En ese momento
se patentizan las debilidades de esas dos corrientes revolucionarias. Tanto las
demandas del zapatismo como las del villismo estaban circunscritas,
principalmente, a un solo sector de las clases socioeconómicas más baja del
país: los campesinos; además, las peticiones eran puntuales: tierra
principalmente. Y ese aislamiento social fue la raíz de las debilidades de esos
movimientos: la imposibilidad identificarse y de recoger las demandas de otras
clases sociales explotadas y reprimidas del país, como los obreros, los
desempleados e incluso la burocracia, para formular un proyecto de nación que
abarcara al conjunto de la realidad nacional. Los que contaban con ese
proyecto, los magonistas, andaban a salto de mata o estaban en las cárceles de
Estados Unidos.
Y en lo militar,
a pesar de las recomendaciones estratégicas del general Felipe Ángeles y de las
ideológicas de sus asesores, Villa y Zapata simple y llanamente abandonan la
capital; Villa regresa al Norte y Zapata al Sur. Esto salvó eventualmente al
carrancismo y definitivamente al obregonismo.
Así que, con
mayor visión política y más incluyente, Álvaro Obregón, con la ayuda de Alberto
J. Pani y Gerardo Murillo (el Dr. Atl), logra que La Casa del Obrero Mundial
abjurara de su doctrina anarcosindicalista y pactase, el 17 de febrero de 1915,
con el constitucionalismo para combatir a los convencionistas (a la supuesta
“reacción” formada por villistas y zapatistas). Con los obreros, se formaron
los batallones rojos y se creó para el carrancismo una especie de “halo” de
legitimidad, ya que de acuerdo con la ideología socialista imperante, serían
los obreros y los proletarios en general, los herederos del futuro.
En las dos
batallas de Celaya, iniciadas en marzo de 1915, prácticamente el villismo
inicio su caída. Villa, desoyendo nuevamente al general Felipe Ángeles, elige
las planicies del Bajío para el encuentro y finca su estrategia en el asalto de
su caballería. Obregón, con el valioso apoyo de los batallones rojos y la
adopción de las nuevas tácticas de guerra de trincheras desarrolladas en la 1ª
Guerra Mundial, derrota a Villa fácilmente. Ya sólo faltaba acabar con el
zapatismo.
Para legalizar
su poder, Carranza convoca a un congreso para que promulgara una nueva
constitución. Éste, se llevo a cabo del mes de noviembre de 1916 al 30 de enero
de 1917, en Querétaro. El proyecto de Carranza estaba basado en la Constitución
de 1857 y recogía de alguna manera el espíritu liberal (espíritu masónico) con
añadiduras mínimas; fortalecía y centralizaba el poder presidencial y disminuía
el del Legislativo; pretendía conservar intacto el latifundio, expresaba
insensibilidad a las demandas del pueblo y manifestaba el deseo de no
comprometer al gobierno con las peticiones populares (las de tierra
principalmente); además, proyectaba desarmar a las masas y; restaurar la paz
social lo más pronto posible. Parecía que los años de revolución no habían
aportado nada.
Todo parecía
fácil para el carrancismo, pero la intervención en el Congreso de los diputados
que migraron de las logias masónicas y que se integraron a las diferentes
fuerzas revolucionarias, como Luis Manuel Rojas, Francisco J. Mújica, Heriberto
Jara Corona, Luis G. Monzón, Jesús Romero Flores y otros más (identificados con
Obregón y no con Carranza), le dieron un giro inesperado para Carranza y;
finalmente, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
promulgada el 5 de febrero de 1917, recogió gran parte de las demandas
planteadas en el Programa del PLM de los hermanos Flores Magón; así como la
esencia del Plan de Ayala del zapatismo, incluso con leyes agrarias más
radicales que las demandadas por Zapata originalmente en su Plan de Ayala.
Pero a pesar de
la tónica de la Constitución, los enfrentamientos entre tropas carrancistas y
zapatistas continuaron en el estado de Morelos, por lo que se ideo un plan para
asesinar a Zapata, lo cual ocurrió el 10 de abril de 1919.
Finalmente
concluyó el periodo presidencial de Carranza y; éste, designa como su sucesor a
Ignacio Bonilla. Los militares se inconforman y un grupo de ellos lanza como
candidato a Álvaro Obregón y; otro grupo, a Pablo González, precisamente uno de
los coludidos en el asesinato de Zapata. En campaña política, Carranza trata de
involucrar a Obregón en un complot para apresarlo, pero éste huye y
posteriormente se levanta en armas con respaldado por el Plan de Agua Prieta.
Paulatinamente, militares y políticos se van adhiriendo al plan, y Carranza
huye nuevamente rumbo al Puerto de Veracruz. En su intento, el 21 de mayo de
1920 es asesinado por gente de Manuel Peláez, un militar traidor a la patria,
que estaba a las órdenes de los petroleros estadounidenses.
El 25 de mayo de
1920, es nombrado Adolfo de la Huerta presidente interino. Su interinato fue
breve, pero en éste se lograron grandes avances. Con métodos civiles (no
militares), logró la pacificación de Villa, de Pablo González, de los jefes
zapatistas que quedaban, de Félix Díaz, de Manuel Peláez, de Juan Andrew
Almazán, de Marcelo Caraveo y de otros que ostentaban aun las armas. Además, en
su periodo, retornaron algunos exiliados por la revolución, como José
Vasconcelos.
Después de este
interinato, el 1 de diciembre de 1920 Obregón asume la presidencia de la
República.
Y lejos de México,
en la madrugada del 21 de
noviembre de 1922, en la cárcel de Leavenworth, Kansas, Estados Unidos, se
encuentra el cadáver asesinado de Ricardo Flores Magón.
El 20 de julio de 1923, es asesinado Francisco Villa
por manifestar abiertamente su adhesión a Adolfo de la Huerta si éste lanzaba
su candidatura a la presidencia de la República.
El 1 de
diciembre de 1924, ocupa la presidencia de la República el general Plutarco
Elías Calles, masón reconocido. Durante su periodo acaeció la Guerra Cristera
promovida por el clero y el Vaticano.
En su intento
por reelegirse, Álvaro Obregón sufre varios atentados; ya reelecto, el 17 de
junio de 1928, es asesinado en el Restaurante La Bombilla. Uno de los autores
materiales del homicidio fue el fanático católico José León Toral.
Muerto Obregón,
el 1 de diciembre de 1928 ocupa la presidencia interinamente Emilio Portes Gil;
el 5 de febrero de 1930, es nombrado presidente Pascual Ortiz Rubio; el 4 de
septiembre de 1932, es nombrado Abelardo L. Rodríguez. Al periodo que abarcó el
ejercicio de estos tres últimos presidentes, se le conoce en la historia de
México como El Maximato, por la fuerte influencia que Calles ejercía sobre
ellos. Hasta que el 1 de diciembre de 1934, es electo presidente el general
Lázaro Cárdenas del Río, masón reconocido, y quien puso fin a ese periodo.
FIN DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA…
El inicio de la
Revolución está más o menos definido. Y si bien el 2 de septiembre de 1906,
Ricardo Flores Magón y otros miembros del PLM emitieron una circular incitando al
pueblo mexicano a tomar las armas para derrocar a Díaz, ésta no tuvo eco. Fue
alrededor del 20 de noviembre de 1910 que inician los movimientos armados que
finalmente precipitaron la dimisión de Porfirio Díaz. Unos estallaron antes de
esa fecha, muy pocos el mismo día 20 y otros más después de ese día. Pero se
estableció convencionalmente este día como el de su inicio por ser la fecha
acordada en el Plan de San Luis.
Pero con el
final de la Revolución Mexicana las cosas son muy distintas y realmente no hay
acuerdos. Pudiéramos afirmar que los levantamientos armados finalizaron durante
la gestión interina de Adolfo de la Huerta, entre el 25 de mayo y el 30 de
noviembre de 1920. El ascenso a la presidencia de Obregón, de Calles y de sus
sucesores, se enmarcaría en otra etapa histórica de la Nación, que si bien
íntimamente relacionada con la Revolución Mexicana, a la vez diferenciada.
Cercana a estas posturas, están los autores que afirman que la Revolución
concluyó con el asesinato de Carranza el 21 de mayo de 1920 y el ascenso de
Obregón a la presidencia.
Una corriente
remonta el final de la Revolución muy adentrado el Siglo XX e incluso fueron
famosos aquellos demagogos de las décadas de los años 70 y de los 80, del siglo
pasado, que sostuvieron que la Revolución Mexicana continuaba. Los moderados de
esta corriente decían que la Revolución concluyó con Cárdenas y la Expropiación
Petrolera el 18 de marzo de 1938. En este tenor, pudiera ser cualesquiera
acontecimiento histórico posrevolucionario el que se eligiera como el fin de la
Revolución Mexicana.
Y para algunos
autores, la Revolución fue secuestrada y no concluyó.
Para el de la
pluma, la Revolución, como movimiento social sí concluyó y tuvo sus frutos, tal
vez no como los esperaban algunos ideólogos. Este movimiento social concluyó el
5 de febrero de 1917, con la promulgación de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicano, ya que fue finalmente el documento que recogió, a
pesar de los obstáculos, las demandas exigidas originalmente para el
proletariado en el Programa del PLM, las exigencias del campesinado planteadas
en principio en el Plan de Ayala zapatista y, ofreció la apertura política y
económica deseada por la burguesía. Fue el documento rector alrededor del cual
las diferentes corrientes revolucionarias descollantes buscaron ser ajustadas y
satisfechas; consecuentemente, los eventos armados ocurridos después de la
promulgación de la Constitución del 17, fueron los menos y los necesarios para
lograr ese reacomodo de fuerzas, en las que unos obtuvieron grandes beneficios
y otros menos.
De esos años a la fecha, la Constitución del 17 ha
sufrido muchas modificaciones, la mayoría debido a presiones de grupos de poder
internos y presiones internacionales, principalmente de los Estados unidos.
Unas de las más significativas, por su fondo, se dieron durante los sexenios de
Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas. El 30 de octubre de 1947 se creó el
Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT por sus siglas en
inglés: General Agreement on Tariffs and Trade). México solicitó el ingreso al
GATT en 1986 y fue aceptado hasta 1988. En la propuesta de carta de adhesión, el
Gobierno Mexicano de entonces ofreció cambiar cuatro artículos
constitucionales, curiosamente los que más polémica desataron en la Convención
de Querétaro de 1917; 74 leyes reglamentarias de la Constitución, ocho leyes
federales y sus reglamentos y, alrededor de 3,322 fracciones de artículos
relacionados con el comercio; así como varios decretos, reglamentos,
estadísticas y programas.
Y esto ocurrió a
pesar de que el 20 de noviembre de 1968 el
presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alfonso Martínez
Domínguez, en el discurso oficial en conmemoración del inicio de la Revolución
Mexicana, dirigido a la juventud, le advirtiera a los jóvenes estudiantes que
se prepararan académicamente para ocupar el poder, ya que los “ricos”, estaban
enviando a sus hijos al extranjero, a escuelas y universidades privadas de
países capitalistas, para que a su regreso tomaran el poder. Y así fue,
finalmente retornó a México esa generación que el pueblo llamó despectivamente
“tecnócratas” y/o “neoliberales” (los “científicos” de ahora, los “limantoures”
del momento) y; no hubo quién preparado ideológicamente en el país que lo
evitara (y si los hubo su poder político no fue suficiente). Y en este
paradigma, para empezar, el 7 de octubre de 1992 se firmó el Tratado de Libre
Comercio con Canadá y Estados Unidos y el 1 de enero de 1994 entró en vigor.
Eventualmente,
la correlación de fuerzas políticas y económicas a finales del Siglo XX y
principios del XXI ha cambiado y los resultados y consecuencias sociopolíticas
y económicas para con la sociedad en general, para con el pueblo, para con ese
80% de la población, son evidentemente catastróficas. Los masones (la masonería
en general), como a finales del Siglo XIX y principios del XX, están
conscientes de todo ello y no permanecen ni permanecerán inmutables, estén
seguros.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Finalmente, para
que quede claro, es indiscutible que algunos masones estuvieron inmersos en la
conformación de los proyectos y plataformas ideológicas y políticas que
favorecieron el estallido de la Revolución Mexicana. También, estuvieron
presentes cuando se concretó la Constitución Política del 17 que aun nos rige
(con todo y sus modificaciones) y; su participación fue determinante, como lo
ha sido siempre en la historia de México. Pero también, hubo masones
identificados con el Porfiriato que defendieron sus posturas y sus intereses,
como los hubo aliados al conservadurismo y a Maximiliano de Habsburgo en aquel
decimonónico siglo.
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Escrito por el Il\ y Pod\ H\ Antonio Huerta Paniagua, Gr\ 33° S\N\.