Un día como hoy, pero de 1824, nació en la ciudad de San Luis Potosí, Francisco de Paula Luciano José Antonio Agustín del Carmen de San Rafael, conocido comúnmente con el nombre de Francisco González Bocanegra.
Sus padres le dedicaron al comercio, mediante el cual adquirió una desahogada posición que le permitió consagrarse al cultivo de las letras. Ocupó también altos cargos en la administración, como el de censor de teatro durante el gobierno de Miguel Miramón, de 1859 a 1860.
Según la anécdota confirmada por sus descendientes, la prometida del poeta preparó en una apartada habitación todos los instrumentos que pudiera necesitar para componer.
Luego, con engaños, lo encerró bajo llave y no le permitió abandonar su cautiverio hasta que puso punto final a la composición con la que compitió y ganó el concurso convocado para escribir la letra del que sería nuestro Himno Nacional.
La noche del 15 de septiembre de 1854, se interpretó por primera vez el Himno Nacional, ya con la música compuesta por Jaime Nunó.
En su Himno nacional destaca la fuerza de las palabras (consideradas por algunos exageradamente beligerantes) y la música, a tiempo de marcha, interpretada por una banda de guerra, sin dotación de cuerdas. En su versión original contaba con 84 versos decasílabos (un coro introductorio de cuatro versos y diez estrofas de ocho versos). La versión actual del Himno se reduce a sólo cuatro estrofas, antecedidas por el coro, que se repite; las estrofas originarias II, III, IV, VII, VIII y IX fueron suprimidas.
González Bocanegra dejó, además, otras composiciones que se distinguen por su facilidad e inspiración, y el drama titulado Vasco Núñez de Balboa, que fue estrenado el 14 de septiembre de 1856, en el Teatro Iturbide, y cuya primera edición impresa no se publicó hasta 1954. Este drama histórico-caballeresco, muy en la línea del romanticismo imperante, mereció por su excelente versificación el elogio del dramaturgo español José Zorrilla, quien señaló sin embargo la lentitud de su desarrollo como principal defecto.
Su prematura muerte –cuando contaba con tan sólo 37 años– impidió que su producción fuera más abundante y que alcanzara su madurez como autor.
Murió en la Ciudad de México el 11 de abril de 1861.