En medio del clima de crispada indignación, poco nos hemos preocupado por preguntar sobre los cadáveres de las 19 fosas descubiertas hasta ahora. ¿Quiénes son? ¿En dónde están los familiares de cada una de las personas ahí sepultadas? ¿Por qué razones las asesinaron? ¿Sus nombres aparecen en la enorme lista de desaparecidos que existe en el país? Preguntas que exigen respuesta como urgente prioridad.
El ataque armado contra estudiantes de la Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa y de un autobús que transportaba a un equipo de futbol juvenil, ambos hechos sucedidos en el pasado mes de septiembre en el municipio de Iguala, Guerrero, involucrando como agresores a integrantes de la policía municipal y hombres armados, y que culminó con un saldo de seis muertos, 20 heridos, 43 estudiantes más desaparecidos y una población conmocionada, suscitó una ola de indignación local y el reclamo nacional e internacional en demanda del esclarecimiento de los hechos y castigo a los culpables.
A casi un mes de distancia, todos nos preocupamos y hacemos votos porque aparezcan con vida los 43 normalistas y que sean detenidos y juzgados los autores intelectuales y materiales de su secuestro y desaparición. Preocupación justificada por tratarse de jóvenes estudiantes y porque es inadmisible el que se les hayan violentado sus derechos y libertades. Sin embargo, en medio del clima de crispada indignación poco nos hemos preocupado por preguntar sobre los cadáveres de las 19 fosas descubiertas hasta ahora, ¿quiénes son? ¿en dónde están los familiares de cada una de las personas ahí sepultadas? ¿por qué razones las asesinaron? ¿sus nombres aparecen en la enorme lista de desaparecidos que existe en el país? Preguntas que exigen respuesta como urgente prioridad.
El “descubrimiento” de las múltiples fosas clandestinas llenas de cadáveres revela el terrible grado de impunidad que se vive en muchos municipios y entidades del país, así como del caudal de omisiones institucionales en que incurren las autoridades de los tres órdenes de gobierno, las instituciones responsables de la seguridad pública y del poder judicial. Omisiones que hacen posible el sistemático daño a la vida social y que atentan contra los derechos, libertades y propiedades de la ciudadanía en amplias zonas del país.
¿Será Iguala una pequeña muestra de lo que ocurre en otros municipios de Guerrero? ¿Necesitaremos escarbar en todo el sur de la entidad para ver hasta qué grado llegan las muertes y con esto dimensionar el nivel de colusión y corrupción que existe entre autoridades, miembros del narcotráfico y de la guerrilla? ¿Será Iguala la punta de la hebra que al jalarse haga evidente la complicidades mafiosas en la llamada “tierra caliente” y en otras zonas de la República?
Al margen del terror, asombro e indignación que esto me produce, no puedo dejar de preguntar: ¿De quién es la mano que mece la cuna? ¿Qué móviles perversos existen detrás de todo esto y a quiénes beneficia, más allá de los grupos delictivos, sus socios y cómplices?
Sin duda alguna, detrás de todo esto existen intereses políticos de fondo que, por lo menos hasta el día de hoy, han logrado desacreditar a nuestro país en el mundo entero.
Estimo que estas reflexiones pueden resultar tormentosas para cualquier mexicano pero, justo por ello, debemos resolverlas de inmediato; pues no podemos permitir que el conjunto de los lamentables acontecimientos que se han presentado hasta ahora (incluyendo a Iguala y Tlatlaya) vengan a generar un estado de crispación y desesperanza sobre el futuro inmediato de todos los mexicanos.
Independientemente de qué tan inconformes podamos estar por la situación que nos aqueja como país, debido a la falta de oportunidades de desarrollo social, educativo o laboral, de crecimiento económico y aspiraciones democratizadoras, no podemos ni debemos permitir que esta situación se convierta en el caldo de cultivo que nos suma en el desorden general, paralizando la vida social, económica e institucional del país, pues una situación de esa naturaleza generaría mayores penurias y pobreza a los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad. Situaciones como éstas ya la hemos visto en otras latitudes, ¡no permitamos que nos suceda a nosotros!
Por: Alejandro Martí.
Fuente: Mexico SOS