Hernández, fue un acérrimo defensor del arquetipo del gaucho y creador del clásico de la literatura argentina “Martín Fierro”. Este poema, es una oda al carácter independiente, estoico e intrépido del gaucho en quien el gran autor veía parte fundacional de la identidad argentina. Hernandez, nació en San Martín, Provincia de Buenos Aires en la chacra de Don Juan Martín de Pueyrredón y O’Doggan, tío de su madre, quien fuera masón iniciado en la Logia Lautaro – misma a la que pertenecían San Martín, Alvear, Zapiola, Monteagudo, Rodriguez Peña, entre otros –. El mismo José Hernández se inició también en la Orden masónica en 1865 en el seno de la Logia “Asilo del Litoral” de la ciudad de Paraná, Entre Rios – fundada en 1860 y cuya estructura aún permanece en pie en esa ciudad –.
Como se deduce, la masonería no era algo ajeno a Hernández, sino que formaba parte cotidiana de su vida – incluso su hermano, Rafael Hernández, fue también miembro de la masonería –. Entre los años 1867 a 1869 José Hernández residió en la ciudad de Corrientes y fue miembro de la Logia “Constante Unión” de esta Ciudad; en el año 1879 se incorporó a la Logia “Obediencia a la ley” de Buenos Aires, en la que trabajó hasta su muerte el 21 de Octubre de 1886, alcanzando al final de su vida el Grado 32 dentro de la Orden, anteúltimo escalón en la carrera masónica.
Como puede esperarse, su obra literaria está impregnada de referencias al simbolismo masónico, una de las cuales se aprecia en el célebre pasaje del Canto XXXII –consejos a sus hijos-, en donde el autor se expresa respecto de materia evidentemente masónica como lo es la “Fraternidad”, la cual conforma uno de los tres pilares que la masonería considera fundamentales para el logro del progreso de la humanidad. Este es sin duda un pasaje muy difundido de su obra, pero poco conocido en su dimensión y significancia masónica:
“Los hermanos sean unidos,
Porque ésa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de ajuera”.