Fundadores de Mariano Arista

Fundadores de Mariano Arista

viernes, 5 de junio de 2009

Spiritus Veritatis

Spiritus veritatis significa "Espíritu de Verdad" literalmente; pero puede interpretarse, sin riesgo, como "Espíritu Verdadero".

Técnicamente, se refiere al Paráklito (consolador, fortalecedor, sostén, abogado), Maestro Interior de los creyentes: al Espíritu Santo, identificado como la Tercera Persona de la Santa Tríada o Santísima Trinidad. La referencia es todo el llamado Sermón de la Cena, en el Evangelio de San Juan 13 y 14 (capítulos, digo).

Dogmáticamente, la Iglesia Cristiana (hablo de todas las que se atienen a las definiciones del Credo Niceno), ha restringido (por eso es dogma), el entendimiento de este Espíritu Santo de Dios.

Pero muchísimas personas dentro de la Iglesia misma -sobre todo los grandes de la oración, los místicos, los humanistas y muchísimos de los que se han distinguido por sus obras de amor a la humanidad, tienen un concepto más avanzado.

Sin dejar de ser el Dios Uno del Cristianismo, ese Espíritu Santo actúa como una fuerza vigorosa que empuja desde la persona misma hacia toda buena obra, hacia todo encuentro de paz y amor a la humanidad, y le infunde -a saber-, siete grandes valores o dones.

Seis de estos dones aparecen -variando la traducción-, en Isaías 11:3, como características del Espíritu (Ruáj, en hebreo), que ha de infundir al Mesías de Israel: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Poder, Conocimiento y Temor del Señor (entiéndase esta última como "sentido del respeto por Dios").

Con el fin de completar el septenario místico, los Padres de la Iglesia (primeros escritores cristianos, a partir de después de los Apóstoles), desarrollaron otro concepto: Piedad, como un desdoblamiento del Temor de Dios. La Piedad se entiende como un particular interés en el decoro y la belleza de lo sagrado y divino, especialmente de la comunión con el Ser Supremo.
Estos dones o valores son susceptibles de colocarse e identificarse con las dimensiones del Árbol Sefirótico.

No es mi intención descalificar a ninguna religión o forma de alguna religión, por supuesto. Pero aún como cristiano -si uno se reconoce masón-, debría (opino para mí), considerar que estos textos y temas no se restringen al tratamiento que les damos en las iglesias de la Cristiandad. No que por ello estén (estemos) mal los creyentes -insisto-, sino que el tema da para ancho y largo.

El tema del Espíritu Santo o Vida divina en nosotros, tiene que ver con el de la deificación (hacerse uno con Dios o hacerse Dios). De esto hay mil interpretaciones y el tema puede ser peligroso en manos de locos que se sientan raza superior; pero es el tema clave de las grandes religiones. Y su relación con el estudio del misterio del Septenario, es especialmente estrecha y esencial. Aquí me quedo, no hablo más.

La iconografía del Esoterismo cristiano (tan estúpidamente despreciados ambos en la Iglesia actual: iconografía y esoterismo), representa -en la figura del septiforme arcoiris, una imagen eficaz de la pureza y unidad de la Luz, que -no obstante-, se descompone en alegre pluralidad en la séptupla de estos valores o dones cuya infusión hace al humano divino.

Perserverando en una profundización de estos temas, me atrevería a decir que las religiones del mundo pelearíamos menos y respetaríamos más nuestras diferencias, como variantes de una misma Fuente de Sabiduría iniciática.

Fraternalmente,

Israel Hernandez Arriaga, M.·. M.·.