
La residencia ocupa un terreno de 4 hectáreas ocupadas además por jardines, lagos, pabellones, edificios de diseños raros relacionados con la masonería y los templarios, muchos de los cuales, además, combinan arquitecturas varias: la manuelina, la renacentista o la gótica, por ejemplo. Es un sitio muy raro, pero por eso muy atractivo.
Antes de que se construyera el palacio la zona era una quinta que estaba en manos de la baronesa de Regaleria, de ahí el nombre, pero comienza a adquirir su forma actual cuando es comprada por Carvalho Monteiro a fines del siglo XIX. Este hombre quería construirse una casa hermosa en un vasto jardín y al mismo tiempo quería rodearse de todas aquellas cosas que movían su curiosidad.

Hay estatuas de dioses, representaciones de alegorías, quimeras, un pozo al que se baja por una escalera en espiral con rellanos que evocan a la Divina Comedia de Dante, representando tal vez el Paraíso o el Infierno, y en cuyo fondo hay una cruz de los vientos en mármol sobre una rosa templaria, galerías y túneles que se comunican con otras partes de la quinta, una capilla neogótica y neomanuelina, un hermoso lago, una torre y mucho, pero mucho más.
El paseo se pone cada vez más interesante conforme uno se adentra en los misterios del Palacio de Regaleira, producto de la imaginación, la curiosidad y el interés de un hombre rico.