La Constitución del Estado mexicano moderno se da a lo largo del siglo XIX y se concreta en la Constitución de 1857, que tras tormentosas confrontaciones deslinda posiciones entre liberales y conservadores mediante las diversas Leyes de Reforma, que en algunos casos abordan tímidamente asuntos que posteriormente violentaron los ánimos y llevaron a la lucha armada, que en 1857 condujo a la guerra de tres años iniciada en los municipios de Zaragoza y Zacapoaxtla, en Puebla.
En medio de ella aparecieron los principios reformistas en materia clerical, que no religiosa, lo que no era una postura novedosa, ya que en 1853, don Valentín Gómez Farías, había tratado de implantar la tolerancia de cultos, pero la exacerbada posición del clero, al grito de ¡religión y fueros!, se había colocado a la cabeza de la oposición y con el apoyo del entonces presidente de la República pudo dar al traste con aquellos principios reformistas.
Ciertamente, la condescendencia de Antonio López de Santa Anna se encaró con la férrea voluntad de don Benito Juárez García y la opinión pública había variado considerablemente, a tal grado que estaban identificados los roles del clero conservador y los reformistas, cuyos principios aún no habían sido incorporados al derecho.
Separar a la Iglesia del Estado fue la labor de la legislación liberal.
Cabe destacar que esta postura en nada se ocupa de la religión, los dogmas y ministerios, puesto que hasta la fecha son respetados. Hasta entonces, la Iglesia había venido invadiendo esferas que no le correspondían y que llegaron a desvirtuar su verdadera misión espiritual, en virtud de que no podía haber Estado moderno dentro de otro poder económico, político y espiritual. Este enfrentamiento dio inicio a la Guerra de Reforma o Guerra de los Tres Años.
Iniciándose el proceso de lucha por la legalidad; y por otra parte, surge el deseo de usurpar un poder ajeno. Benito Juárez García sabía que la legitimidad de su poder no dependía del reconocimiento de las naciones extranjeras, ya que éste derivaba de nuestra Constitución y su legitimidad permanece hasta nuestros días debido a la esencia de la Carta Magna en 10 componentes fundamentales.
1. La soberanía popular.
2. La vinculación de la Constitución a principios universales.
3. Los derechos humanos.
4. La separación de poderes.
5. El gobierno representativo.
6. La limitación del poder gubernamental.
7. La responsabilidad política.
8. La independencia judicial.
9. La supremacía de la Constitución y
10. El procedimiento de reforma a la Constitución.
La referida Constitución de 1857, representa la plena adopción en México del constitucionalismo moderno. La Constitución de 1917, si bien fue producto de la Revolución, formalmente fue una reforma de la Carta de 1857.
Concluida la Guerra de Reforma en los llanos de Calpulalpan (Tlaxcala) y con la derrota conservadora, renuentes a aceptar los 10 puntos mencionados, deciden acudir a las Cortes de Francia, España e Inglaterra y consecuentemente imploran la intervención de dichas potencias en nuestro país a favor de la causa conservadora; era cuestión de tiempo después de las peripecias de la “guerra de los pasteles” la inminente intervención francesa, que veía a México como una posición estratégica para tratar de frenar el expansionismo norteamericano, que mediante la “Doctrina Monroe”, ya había despojado a México del territorio nacional en 1847.
Por ello, el triunfo de las armas nacionales al mando del general Ignacio Zaragoza el 5 de Mayo de 1862 en los Fuertes de Loreto y Guadalupe refrenda el poder del gobierno republicano y atrasa un año el avance de las tropas francesas, con lo que se fortalece al ejército norteamericano del norte, que se encontraba en guerra civil con el sur, asegurando las posiciones arrebatadas a México por el ejército “yanqui”.
A principios de junio de 1863, una asamblea de notables propondría que la “Monarquía Moderada” era el gobierno que más convenía a México y que debía ofrecerse al hermano menor del emperador de Austria, el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, quien ilusamente creyó que iba a funcionar un gobierno austriaco impuesto por las bayonetas de Napoleón III. Sin embargo, para los conservadores implicaba restaurar privilegios, una medalla con moños y una invitación a bailar a Chapultepec.
A casi 150 años de esta forjadora etapa, de nuevo los conservadores mexicanos siguen viendo hacia el extranjero como su esperanza más sólida para asegurar sus privilegios e impunidad, sin darse cuenta que México y el mundo han evolucionado y nuestra nación se ha consolidado institucionalmente de forma independiente y soberana, como lo querían en su momento don Benito Juárez y el general Ignacio Zaragoza.