Por: José Guillermo Muñoz Izquierdo
Llevamos 200 años de Independencia de la España imperial, 150 de la guerra juarista y 100 de una de las más sangrientas revoluciones que en el mundo se hayan visto, en donde se pusieron de manifiesto la envidia, el rencor, la ambición, el egoísmo firmemente ligado al “importamadrismo” en relación con la patria y la carencia de cultura y de respeto, por parte de los que se quedaron o se hicieron del poder en este país. Suena fuerte, pero si ustedes, apreciables lectores, se toman la agradable molestia de “navegar” no sólo por la internet sino por cuanto libro de historia esté al alcance de sus manos (bibliotecas o librerías), eludiendo los oficialistas cuanto se pueda, irán encontrando pasajes asombrosos de nuestra historia patria que, entonces sí, comparándolos con la historia oficialista, se enterarán de que el estado que guarda nuestra situación política, económica, intelectual, educativa y sobre todo moral, no podría estar en el despeñadero de los indiferentes, si no se le hubiera empujado intencionalmente para el efecto. Se antoja increíble e imposible, pero las manos que lo fraguaron e hicieron vinieron desde fuera y, eso sí, contaron con la colaboración de muchos mexicanos: unos perversos y otros ignorantes que se prestaron al tenebroso juego.
Desde Benito Juárez, que fue un masón del más alto grado y muchos que lo rodeaban y debo mencionar que desde la Independencia hubo dirigentes insurgentes que fueron masones, como Hidalgo, Nicolás Bravo y muchos más, cuyo interés dejó lo patrio y se aferró a lo político: el poder, por el poder. Por eso se hizo caso omiso de Morelos y Los Sentimientos de la Nación, porque en ellos se establece que la única religión será la católica y la masonería ha buscado siempre la destrucción de la Iglesia católica, aunque algunos prelados católicos han sido masones, como don Miguel Hidalgo y Costilla, que ya mencioné y otros de matrícula más reciente y hasta actual.
De los muchos de la época revolucionaria, sobresalen Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles; de Obregón aparece en algunos libros de historia, que para quitarse de encima a posibles rivales en pos de la Presidencia de la República, mandó eliminar a muchos generales que le sirvieron y en los cuales veía reales o imaginarios rivales políticos. No tengo a la mano la lista, pero posteriormente se las haré saber. Y a qué viene esto, a que Plutarco Elías Calles, otro masón de alto grado, eliminó a Obregón organizando su asesinato en el Restaurante La Bombilla, en la delegación que hoy lleva el nombre de Álvaro Obregón, en la Ciudad de México. Y se cuenta que en aquellos tiempos se decía a ojos vistos y a oídos prontos: “¿Quién mató a Obregón?” y se respondía “¡Cálles-se señor! Yo lo oí contar allá en mis mocedades a gente de mi pueblo y rancheros de la región. Pero lo que quiero resaltar es que los “pilares” de la Revolución y muchos de los “achichincles” se nutrían intelectualmente de la masonería y obraron en consecuencia y ahora quiero citarles algo de lo que escribió el doctor Traian Romanescu, rumano de origen, de la Universidad de Bucarest, en su portentoso libro titulado La gran conspiración judía, editado en la Ciudad de México y terminado de imprimir el 31 de mayo de 1961, por la Editorial JUS, es decir, hace justo 50 años; si aún lo localiza no se arrepentirá, porque se enterará de lo que hacen los masones que verdaderamente mandan, no los de abajo, que como en todo, nada más como el chinito: “Nomás milando”. El libro del doctor Romanescu, quien tuvo que refugiarse en occidente, nos habla desde los verdaderos orígenes de la masonería y su empeño de destruir a la Iglesia católica, ya que fue fundada, la masonería, por judíos muy importantes entre los suyos; de allí nació el socialismo, el comunismo y toda la “izquierdería”, baste recordar que Carlos Marx fue un judío alemán.
En retazos, pues, le haré llegar lo dicho en La gran conspiración judía: *En la actualidad, el mundo debe conocer la realidad así, como es; así como la hemos visto y la hemos vivido nosotros, los cristianos vendidos al comunismo por la judío-masonería occidental; sin arte, sin literatura, ¡crudamente! Nunca podrá alguien entender los secretos del comunismo que azota ahora una cuarta parte de la humanidad, hasta que sienta en carne viva el desgarramiento que produce este régimen criminal*.
*Nosotros, los refugiados del terror comunista, nos hemos convencido de esta realidad. Aunque habíamos leído muchísimo y oído infinidad de cosas sobre el mundo occidental, bajo todos los aspectos: político, militar, económico, cultural, etcétera, todos teníamos en nuestros países una falsa opinión sobre las realidades del occidente, y posiblemente nunca hubiéramos cambiado esta opinión si no hubiéramos sido forzados a emigrar de la Europa Oriental*.
*La gran mayoría de los que han conseguido escaparse del infierno rojo y viven libres en occidente no se atreven a decir lo que saben, puesto que tienen familia, amigos, padres, dejados más allá y aquellos pueden ser sencillamente asesinados por los judío-comunistas, como venganza contra los que han descubierto ante los pueblos todavía libres, las infamias cometidas por los judíos dentro del mundo subyugado. Me refiero a los verdaderos anticomunistas refugiados en occidente, no a los judíos y a otros agentes conspiradores que son enviados con diversas misiones de los países comunistas y se presentan en el mundo libre como “refugiados”, para que puedan de este modo trabajar menos observados y aún publicar libros y escribir artículos en la prensa judío-masónica del occidente, presentando la situación en los países judío-comunistas bajo falso aspecto, cual conviene a los conspiradores*.- Mucho hay que decir aún, pero si no encuentra el libro La gran conspiración judía, le puedo recomendar uno actual, que se terminó de imprimir en julio de 2010: La conspiración de los ricos, de Robert T. Kiyosaki y que ya es un gran éxito de librería en los U.S.A.- (Continuará)
Tomado de: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/editorial.php?id=4596