Fundadores de Mariano Arista

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viernes, 25 de marzo de 2011

En pleno siglo XXI pero con rituales secretos y milenarios

Por FACUNDO BAÑEZ

Antes de que uno siquiera se lo insinúe, Martín Epeloa sonríe zumbón y se preocupa en aclarar: "¿Viste lo que muestran en 'El elegido'? Bueno, lo que hacemos nosotros no tiene nada que ver". Su aclaración no es caprichosa: en las últimas semanas la masonería volvió a ser tema de las ficciones en la pantalla chica y, ya sea en telenovelas como la que cita Martín o en "Herederos de una venganza", se la suele ver más asociada al mundo de lo oculto y lo esotérico que a lo que, para personas como él, realmente representa: algo cotidiano y sencillamente natural.

Martín tiene 35 años y hace cinco que decidió ingresar a la masonería. Interesado desde chico en la historia de La Plata y sus creadores, comenzó a estudiar los orígenes de la masonería hasta formar parte de la Logia Alejandro Korn Nº488, una de las cuatro logias masónicas que actualmente funcionan en la Ciudad. Su estudio y curiosidad no sólo lo llevaron a integrar la orden, sino también a publicar, el año pasado, el trabajo más completo que existe sobre el tema a nivel local: "La escuadra y el compás entre diagonales (la expansión de la masonería en La Plata a partir de su fundación)". Ahora, luego de haber alcanzado el grado de maestro masón, Martín se toma a risa cuando alguien asocia su estudio al universo de lo misterioso y enigmático.

"Son prejuicios -resume-. Los masones tenemos como objetivo la búsqueda de la verdad a través de la razón y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser humano. Es filosófico. Solemos usar un lenguaje de símbolos, es cierto, pero no somos una religión o una secta. Es verdad que a nuestros lugares de reunión los llamamos templos, pero allí no adoramos a nadie ni pretendemos imponer ningún tipo de idea religiosa o política. Buscamos ante todo la libertad de las personas".

Mientras Martín explica, el presidente de la logia que él integra asiente a su lado y aclara: "Somos una institución como cualquier otra. Hay distintas jerarquías y ritos que se deben cumplir, nada más". Al hablar, Javier Martínez sonríe distendido pero se preocupa en no perder la rigurosidad de la explicación: "En nuestra jerarquía institucional hay tres niveles: el aprendiz, el compañero y el maestro. A veces se nos asocia con lo secreto por la simple razón que somos discretos. No comentamos lo que se habla en nuestras reuniones por una cuestión de respeto a quienes integramos esas charlas. Y lo de tener un ritual es algo común, nada raro. Recitamos textos antiguos y respetamos algunas formas. Todas las instituciones tienen sus pautas o ritos y no por eso son consideradas esotéricas".

Javier, que además de ser maestro masón es investigador en física, tiene 37 años y se adentró en el mundo de la masonería cuando tenía 24. Lo hizo como muchos: por curiosidad. "La primera vez que oí algo sobre el tema era muy chico y fue en la catedral metropolitana -cuenta-. Alguien dijo que San Martín estaba afuera por haber sido masón. En ese momento no significó nada, pero ya de grande empecé a leer sobre el tema en internet y decidí ponerme en contacto con la logia. Sentí curiosidad, ganas de saber más. Y ahí empezó todo".

ORIGENES Y DIFERENCIAS

Surgida en Europa a fines del siglo XVII, a la masonería se la describe por lo general como un sistema de moral ilustrada por símbolos. Es una orden que se presenta a sí misma como una herramienta de formación con un método particular que, basado en el simbolismo de la construcción, permite a sus miembros desarrollar su capacidad de escuchar, reflexionar y dialogar para transmitir estos valores a su entorno.

"Yo lo tomo como un trabajo -reflexiona con naturalidad Martín-. Es el trabajo de intentar ser mejor persona. Algunos pueden asociarlo con algo oculto y extraño, pero para mí es muy simple. Soy empleado, me gusta estudiar nuestra historia y me hace crecer a nivel personal el formar parte de la logia. Tuve que cumplir un rito al iniciarme y, por supuesto, creo en un ser superior, pero no ando haciendo brujerías ni matando animales como a veces se plantea en la ficción. Es una cuestión filosófica. En las reuniones podemos hablar de muchas cosas y profundizar en varios conocimientos, pero en el fondo siempre se trata de lo mismo: crecer como individuos para lograr el bien social".

La historia institucional de la masonería, hay que decir, presenta algunas disidencias, las cuales suelen están relacionadas con la admisión de la mujer en la orden así como con las bases sobre las que se fundamenta su regularidad. La existencia de distintos puntos de vista sobre estos y otros puntos ha dado lugar al desarrollo de distintas ramas o corrientes masónicas, que a menudo no se reconocen entre ellas.

"Nosotros respetamos a los hermanos masones que aceptan en sus logias a la mujer -explica Javier, sereno-, pero no los consideramos masones regulares. Es nuestro punto de vista, claro, y tal vez para ellos nosotros seamos los irregulares. En nuestro caso no aceptamos a las mujeres porque respetamos los orígenes de la orden, aquel comienzo donde la mujer quedaba afuera de la masonería. Seguimos los preceptos de los primeros masones, aquellos constructores medievales que le dieron origen a la orden".

Lo que explica Javier es lugar común en los libros que abordan el tema: los constructores o albañiles medievales, denominados masones, disponían de lugares de reunión denominados precisamente logias y ubicados en las cercanías de las obras. Era común que los gremios profesionales de la época se dotaran de reglamentos y normas de conducta de régimen interior. Solían también seguir un modelo ritualizado para dar a sus miembros acceso a ciertos conocimientos o al ejercicio de determinadas funciones.

"Los tiempos cambiaron pero las formas se mantienen -asegura Martín-. Respetamos nuestros rituales y mantenemos ciertos secretos que hacen al origen de la orden, como por ejemplo ciertas palabras o pases de manos que usamos para reconocernos con otros hermanos masones. Pero no es nada esotérico. A veces me pasa que alguien de mi propia familia, cuando mira por televisión la novela 'El elegido', me pregunta qué de cierto hay en los ritos que hacen. Yo les digo que nada, pero prefieren creer que les miento. Qué le voy a hacer. Es parte del misterio y de ese halo enigmático que rodeó la orden desde sus comienzos".

CIUDAD MASONICA

Decir que figuras como San Martín o Sarmiento fueron masones es hoy tan conocido como que La Plata se construyó a partir de los lineamientos masónicos de sus creadores, con Dardo Rocha y Pedro Benoit a la cabeza. Desde el nombre de la Ciudad -propuesto por un masón como el poeta José Hernández-, pasando por el panteón masónico del cementerio local, hasta cualquier detalle evidente o imperceptible de la arquitectura urbana y su trazado, La Plata fue desde sus comienzos cuna de una actividad incesante de la legendaria orden.

"Hasta la segunda década del siglo XX hubo en la ciudad 22 logias -detalla Epeloa-. Hasta ese período la masonería tuvo su gran auge. Ahora quedan en la ciudad sólo cuatro logias reconocidas por la Gran Logia de Argentina y más de cien hombres que integran la orden".

En esas viejas logias platenses a las que hace mención Martín se pueden encontrar, ahora, los orígenes de un proyecto impulsado por la Ong Urdimbre Popular que busca por estos días que nuestra ciudad se declarada "Ciudad Masónica", algo a lo que los masones locales no se oponen pero que, a la vez, prefieren manejar con cierta cautela.

"Nos parece bien que se quiera reconocer la historia masónica de La Plata -sostiene Martínez-, pero creemos conveniente que para eso consulten a quienes pertenecemos realmente a la orden y formamos parte de la realidad masónica de la ciudad. Hasta el momento nadie nos consultó, y no nos parece oportuno elaborar un proyecto sobre los masones sin que los masones seamos consultados de verdad".

Sobre este proyecto, el presidente de Urdimbre, el arquitecto Gustavo Petro, había dicho que "la arquitectura es una de las artes fundamentales de la masonería, y muchos masones, conociendo a sus fundadores y sus colaboradores como hermanos, han tratado de dejar algún símbolo masónico en el plano de la ciudad, tanto que, como se puede observar en el mismo, han pretendido identificar estos símbolos en las diagonales que la dividen, comparándolos con las herramientas del arte".

Lo que comenta Petro hace referencia a las imágenes del compás y la escuadra, dos símbolos masónicos por excelencia que pueden distinguirse en el plano del casco urbano platense (ver El trazado...). Para Epeloa, sin embargo, "no está bien que se elabore un proyecto sin consultar a la masonería local y, lo que es peor, a la Gran Logia de la Argentina, algo que, pese a lo que se dijo en los fundamentos de la iniciativa, todavía no se hizo".

Polémica al margen, las huellas masónicas de la Ciudad no sólo se conservan en fachadas, trazados o imágenes, sino también en escritos de época que dan cuenta de la intensa actividad que desarrollaba la orden en estas tierras. En el diario El Día del 11 de julio de 1885, por caso, se lee un artículo que dice: "de todas las sociedades que marcha a la vanguardia del progreso, es sin duda alguna la masonería una de las primeras" (...) La nueva capital de la Provincia, cuyos rápidos progresos son la admiración de todo el mundo, necesitaba un centro donde los muchos hijos de esta gran familia pudieran agruparse ...". Muchos años después, platenses como Martín o Javier siguen escribiendo esa antigua historia.

Tomado de: http://www.eldia.com.ar/edis/20110306/laciudad3.htm