Salvador Allende Gossens, el presidente de Chile que encarnaba la alternativa del socialismo democrático en el Hemisferio occidental, estuvo cinco días de visita en Colombia.
Llegó el sábado 28 de agosto de 1971, cerca del medio día. Su gira por Ecuador, Colombia y Perú, tenía el propósito de fortalecer el Pacto Subregional Andino y propiciar la cooperación entre los pueblos.
Desde que se confirmó la invitación del mandatario Misael Pastrana, y durante la estadía del chileno, el nerviosismo de la derecha radical y el entusiasmo de la izquierda fragmentada impregnaron el ambiente, las opiniones y las páginas de los diarios de Bogotá. Claro que existía una razón para el alboroto. El experimento que se intentaba en aquella nación era observado desde distintas perspectivas ideológicas por estados y líderes del planeta. La Unidad Popular Chilena consiguió por primera vez en la historia que un marxista accediera al poder por medio de votos y no de la sangre derramada en una revolución.
Pero la situación que enfrentaba era compleja: contaba con una minoría en el parlamento, atentados terroristas de las extremas, huelgas de mineros, inviernos y terremotos, división de partidos, crisis en ministerios, la intromisión exacerbada de EE. UU., eran situaciones que ponían a prueba la capacidad de Allende. Pese a todo avanzaba con su programa, que parecía resumido en una frase pintada en las paredes de Santiago cuando se conoció el triunfo electoral: “Convertir la victoria en poder y el poder en socialismo”.
Al tiempo que lidiaba con esos obstáculos y los sectores interesados en mantener el statu quo, el presidente acometía la nacionalización de la riqueza minera, la estatización gradual de la banca, iniciaba la reforma agraria, la congelación de precios e incremento de salarios, buenas relaciones con Cuba y China. Y todavía no cumplía el primer año del periodo de seis.
De otra parte, Allende suscitaba curiosidad en algunos porque además de marxista era Gran Maestro de la masonería. Así se entiende que el mismo día de su arribo a Bogotá, la Gran Logia de Colombia tenía preparada una Tenida solemne, que contó con la participación de 300 masones de diferentes talleres del país, dedicados a labrar la piedra bruta.
Una delegación de la logia Luz del Risaralda No. 13 estuvo en la ceremonia de esa noche memorable. De los cuatro masones que tenían la misión de entregarle al Jefe de Estado chileno una resolución que lo hacía miembro honorario de la cofradía fundada en 1968, sólo sobrevive uno: Jaime Jaramillo Vélez. Este comerciante pereirano, trabajador incansable, que en los años 60 fue gerente de La Voz Amiga cuando la adquirió un grupo industrial de Cali para conformar Unión Radio, le ha servido a sus conciudadanos con la discreción y perseverancia que distingue a los miembros de la fraternidad universal, que promueve la libertad, la igualdad y la tolerancia entre los pueblos del mundo.
Pereira, por lo general, ha estado vinculada por medio de su prole, diversa y tesonera, a episodios significativos que hoy guarda la memoria escrita del siglo XX en Colombia. Muchos sabían de Allende y el final cruento de aquel periodo truncado. Ahora también conocen del compromiso con las libertades, la solidaridad y las buenas costumbres a lo largo de toda la vida del querido maestro Jaime Jaramillo Vélez.
Fuente: La tarde.