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domingo, 22 de abril de 2012
Dol.·. Dol.·. Dol.·.
CIUDAD DE MÉXICO (22/ABR/2012).- Su reputación no fue suficiente para desconocerlo. Mario Arturo Acosta Chaparro, protagonista de la “guerra sucia” de los 70, y quien fue asesinado el viernes de dos tiros en la cabeza y uno en el tórax, recibió sus honras fúnebres en una de las capillas de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Esa dependencia fue la que, en 2000, consignó al entonces general ante autoridades federales, bajo el señalamiento de haber protegido al cártel de Juárez; a final de cuentas, Acosta quedaría exonerado de tal acusación.
Fue como un rompecabezas. Cada década que estuvo en el servicio público y hasta su muerte, escribió una historia que fue desde acusaciones criminales hasta una conmemoración, que le fue entregada en 2008 por más de 45 años al servicio de la Sedena.
Ayer, luego de que la autopsia mostrara la causa de la muerte, el cuerpo fue entregado a la familia. Si se revisa la hemeroteca, ese pozo de datos en el olvido, se puede apreciar que en vida, aunque sus declaraciones fueron escuetas, su accionar fue contundente.
En la toma de escuelas en Guerrero, en 1975, Acosta Chaparro aparece como subjefe de Tránsito y es una de las principales fuentes de información. Fue uno de los hechos por los que se le acusaba de violar derechos humanos.
La Procuraduría capitalina afinaba ayer los últimos detalles del retrato hablado del sujeto que disparó contra el general retirado; ése que se fue con verdades que nunca saldrán del ataúd..