En la víspera de la Semana Mayor , conversaba con el maestro Arturo Berrueto González, sobre la necesidad de generar un pensamiento alternativo al hegemónico y cuáles podrían ser sus bases teóricas. Después de varias intervenciones, la del licenciado Hernando Castillo, el propio Arturo Berrueto y un servidor, concluía el maestro saltillense que había que retomar pasajes de la Biblia , del Viejo Testamento, de los valores universales y proponerlos como alternos a un sistema de valores donde la filosofía empresarial y los preceptos morales de la iglesia católica, se conjuntan y pretenden homogeneizar el pensamiento y la conducta de los ciudadanos y de la población en general.
Haciendo remembranza de los años 60 del siglo pasado, donde la Guerra Fría estaba en su furor, las lecturas, ideas y militancia estimuladas por los países del Bloque del Este y los partidos comunistas y socialistas de México y del mundo, nos hacían creer que una nueva moral, la moral comunista, sería gestada por las nuevas relaciones sociales de la sociedad socialista.
Por la experiencia vivida en el seno de las filas socialistas, comunistas y de la juventud comunista, se fomentaba un pensamiento y una acción, con visión de futuro, hacia un tipo de sociedad en construcción, donde nuevas clases sociales tomarían las estructuras de poder, con un proyecto socialista, donde participarían los obreros, los campesinos, los profesionistas, la pequeña burguesía y sectores del empresariado nacionalista y progresista, en fin, nuevas manifestaciones del arte, la cultura, la educación, la ciencia y la política, serían fortalecidas por la actividad intelectual de los militantes y sus órganos de dirección colectiva.
En fin, esta utopía se desmoronaba, cuando los compañeros que viajaban a países socialistas, vivían y observaban el rígido control de los órganos de gobierno y del partido gobernante sobre los gremios, sobre los intelectuales y sobre los líderes sociales y políticos.
En nuestra realidad socio-política, pregonábamos el ejercicio de la libertad, el derecho a discrepar de los gobernantes, de sus políticas, y el de la autonomía sindical, universitaria y de las organizaciones sociales, políticas y culturales; libertad que no tenían nuestros pares en el campo y países socialistas.
Estas luchas sociales de obreros, campesinos, profesionistas y estudiantes de los años 60 dieron su fruto; no la “revolución socialista” que planteaban los partidos comunistas y socialistas, pero sí las reformas al sistema político mexicano, abriendo cauces a la participación libre, abierta, tolerante, democrática, dentro y fuera de los partidos políticos.
Como dicen los oaxaqueños de hoy: debemos pasar de la transición a la alternancia a la transición democrática.
El propósito de esta nueva transición, dicen, es fortalecer al poder ciudadano, decidiendo quiénes deben ser secretarios de estado, por medio del voto de los legisladores en el Congreso.
El ámbito de reflexión en nuestro tiempo, es complejo por la diversidad de tendencias y la profusa difusión por los medios masivos de comunicación, al extremo de considerarse, estos últimos, como los portadores de la verdad absoluta.
La capacidad de manipulación del conocimiento y la orientación definida de la información hacen del sujeto pensante, un adicto del grupo social, quien se encargará de darle sustento social, a tal o cual forma de pensar.
Corresponde a los intelectuales orgánicos del régimen panista, justificar y defender las políticas del presidente Calderón; pero existen organizaciones y asociaciones civiles, así como partidos e instituciones sociales y políticas, con intelectuales capaces de generar un pensamiento alternativo al difundido por el gobierno conservador que padecemos, con sus empresarios e iglesia católica.
El Vaticano tiene una red mundial de iglesias católicas, sacerdotes, organizaciones juveniles, femeniles, de familia y de ciudadanos que entran en movimiento, según indicaciones superiores, en el Estado, en el país y en el extranjero.
La otra institución, la Gran Logia Universal, es la organización civil que tiene una red mundial, de pensamiento liberal, laico, tolerante y formadora de principios morales laicos en sus respectivos templos, la que en un futuro cercano, podrá y tendrá que reivindicar la tradición masónica en nuestro país y el mundo, para orientar y reorientar la vida social y cultural de nuestros pueblos.
Una nueva moral con principios masónicos, será la alternancia posible para una renovación en la vida ética y filosófica de los ciudadanos.
Para quien cultiva un ideario masónico, es un deber ético, difundir los principios filosóficos que habrán de formar un cúmulo de valores cívicos, capaz de permear a la sociedad en su conjunto.
Vivimos tiempos de reflexión: bien puede ser religiosa; bien puede ser laica y tolerante.
Por: Arturo Delgado Moya
Fuente: http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=487660