Ser hombre libre y de buenas costumbres, mayor de 21 años o de 18 si es hijo de masón, poseer la inteligencia y la cultura necesarias para comprender y practicar las virtudes masónicas y contar con medios de subsistencia para sus necesidades y las de su familia, son algunos de los requisitos exigidos para entrar a una logia. Sin embargo la incorporación de un nuevo integrante es un proceso complejo, que culmina con un milenario ritual de iniciación.
Según relata el gran maestre de la Gran Logia Argentina, Angel Jorge Clavero, una vez que el aspirante (el profano en la jerga masónica) se acerca a la logia mediante la invitación de un masón activo o por propia voluntad, inicia un camino que incluye tres entrevistas realizadas por tres integrantes distintos de la logia. Posteriormente se debate en una reunión si el aspirante tiene las condiciones morales necesarias para ser masón. Su incorporación debe ser decidida por la totalidad de los integrantes. Una vez aceptado su ingreso, el aspirante es convocado para el ritual de iniciación.
En Tucumán -al igual que en toda la Argentina- se sigue el denominado Rito Escocés Antiguo y Aceptado. La ceremonia es, según Clavero, una dramatización repleta de símbolos que se practica de la misma manera desde el siglo XVIII. En ella se lleva al ingresante desde el estado profano al ámbito espiritual.
En la iniciación el aspirante entra en el templo con los ojos vendados (símbolo de la ignorancia), después de haber pasado un tiempo en la cámara de reflexión. Durante ese período es guiado por el masón que lo invitó a la logia. Una vez adentro se le saca la venda y el aspirante se encuentra frente a una mesa en la que hay una jarra de agua, pan y dos copas, una con azufre y la otra con sal.
El profano es entonces interrogado por los integrantes de la logia, quienes después le revelarán los misterios de su sociedad. Su escala dentro de la organización no dependerá del aprendizaje de textos dogmáticos ni esotéricos sino de su superación moral.
Fuente: La Gaceta.